miércoles, 12 de octubre de 2016

LA HISPANIDAD AMERICANA

Un acontecimiento histórico, tal vez el mayor acontecimiento de la historia luego de la Encarnación del Cristo, es la razón que nos motiva a romper el silencio de esta primaveral mañana. Entre los prístinos cantos de las aves de nuestra Villa, una voz tosca se alce para celebrarlo.  524 años han pasado desde ese hito, en el que las carabelas que traían a ese Cristo Vivo, tocaran nuestras costas, y como si fuera jocosa broma de la Providencia era Cristóforo, el portador de Cristo, quien “comandaba” esas velas. Había partido del Puerto de Palos, despidiéndose, de la Virgen de la Rábida sin saber que el vero Capitán de la Historia tenía planes ajenos a los suyos. No estaban estos hombres aventureros destinados a la suerte banal del comercio, el suyo era un negocio mucho más alto, basado en la Economía de la Salvación. No lo sabían aún, como Pedro, el apóstol, no sabía que ese mañana infructuosa de peces, rica de Gracia, se toparía con el Mesías. Pero su corazón lo esperaba. La esperanza es fruto del amor, y su recompensa es el bien amado; lo esperaba y por eso al verlo lo reconoció: ¿Y tú quíen dices que soy yo, Pedro? – Tu eres el Mesías, el hijo del Dios vivo ¡bienaventurado Pedro! ¡Bien aventurado Cristóbal, que en adelante serás el estandarte que llevará impresa mi Cruz!
No estuvo solo en esta empresa, miles de jóvenes soñadores la continuaron, era un empresa civilizadora llevada a cabo con tesón e hidalguía en tierras inhóspitas y desconocidas; llenas de peligros, desde el cardo espinoso a la selva tupida. Era una misión, una misión enorme y gigantesca: la de portar a Cristo y la cultura hispana, era el mandato de su Dios y de su Reina.  Y así, al cabo de apenas 50 años de aquel desembarco, en estas tierras nuevas, ya había cientos de casas de formación, conventos, misiones, hospitales ¡y hasta Universidades! ¡Heroicos fueron los esfuerzos y gigantescos sus frutos!
Mucho hizo España por estas tierras y sus habitantes: “El rescate de los idiomas aborígenes que no tenían escritura, elaborando diccionarios y las gramáticas; una catequesis abarcativa de gran parte de las comunidades indígenas; una incorporación de ritos propios, aun muy presentes en nuestro norte argentino; un desarrollo de las artesanías, pintura y arquitectura propia; una música propia que, empezando por acompañar las festividades religiosas, terminó produciendo bailes y cantos no solo religiosos sino también profanos, que aun hoy están presentes en las raíces de nuestro folclore popular…”
Pero sobre todo un código de moral cristiana, característico de esta nueva raza que se levantaba sobre la faz de la tierra; una raza que nada tenía que ver con genéticas, o pieles, sino con una irrenunciable e innegable identidad cultural, desde la Patagonia a tierras de México. Ninguna otra Nación podría haber realizado tan magna empresa; España parecía preparada desde la eternidad esta tarea: la poderosa España, la última en abandonar aquella fenomenal Era de la Cristiandad Medieval, aquella que había recuperado sus tierras de la invasión musulmana tras 500 años de incesante lucha; la que había mantenido incólume su identidad vertebral, atravesada por Dios y por el tierno amor a su Madre; aquella identidad conformada por el genio griego, el viril praxismo romano y las gestas heroicas y caballerescas del Medioevo. Esta España es la que forjó el humus de la Patria, caracterizada por primacías que jamás debieron dejar de ser: “la primacía de espiritual sobre lo material; del ser sobre el pensar; de lo ético – moral sobre lo científico – tecnológico; la primacía del orden natural por encima de cualquier positivismo jurídico; la primacía de aquel poder que viene siempre de lo alto, y que debe encontrar el mejor modo para ser ejercido en la tierra; la prioridad de lo político sobre lo económico; de la honestidad y la honra sobre la codicia y la avaricia”…

Esto, todo esto debía festejarse, y de ahí el Día de la Raza, devenido luego en las Fiestas de la Hispanidad. Pero esta empresa gigantesca, de la que solo podemos dar vanas pinceladas en este breve momento, tuvo enemigos que hicieron de la epopeya española blanco de escarnio, de injurias, perjurios y zancadillas, con pasquines bien elaborados y distribuidos en los que nos enseñaban a renegar de nuestra herencia, que es como renunciar a nuestra carne y a nuestra sangre; y así pasamos de festejar este día a la falacia persuasiva de la maldición; hemosle puesto “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”, sin entender realmente qué es respeto, diversidad y mucho menos Cultura; como si no fuera también cultura hispano americana, que debemos reconocer como “criolla”, la de los wichís o los coyas, que expresan en su canto, en su religiosidad popular o en su folclore la innegable presencia española. Estos atomistas de la Cultura pretenden dividir para reinar, haciéndonos perder en la vorágine de la no identidad. Pues no, para eso es la labor educativa que debe regir la finalidad de este Colegio de y todas las escuelas de la América hispana: asentarse en los perennes trascendentales del Bien, la Verdad y la Belleza para mantener intactas aquellas primacías de la que hemos hablado.

Con esta convicción saludamos a toda la América bautizada; con aquel mismo saludo que hiciera poeta Juan Antonio Cavestany:


“¡América grandiosa, soberbio continente
Del ósculo que un día sello tu casta frente,
Halló tu oculta fuerza tu noble redención!
Hoy tienes en tus manos del mundo la palanca.
¡Sé grande! Mas no olvides que tu grandeza arranca
De España, de tu Madre, del beso de Colón.”


Muchas gracias.

lunes, 19 de septiembre de 2016

SI DIOS ME DA LA GRACIA DE UN HIJO...

Si Dios me da la gracia de un hijo, que no es un derecho ni una decisión, le enseñaría primero a ser agradecido. Y que a quienes más le debe es a Dios, a sus padres y a su patria. Le voy a decir que antes que la democracia está la patria y que más importante que ellas es la Verdad. Le voy a enseñar a ser libre (que es algo que se debe aprender), y para eso ANTES le voy a pedir que obedezca. Voy a “apretar” su inteligencia para que descubra la verdad, voy a fortalecer su voluntad para que se dirija al bien, voy a afinar su espíritu o espiritualizar sus sentidos para que descubra la belleza; y descubierta voy a pedirle que nunca deje de asombrarse ante ella. Le voy a mostrar que el hombre es distinto a la mujer, y que antes de pedirle a Dios una buena mujer debe procurar hacerse un hombre. Le voy a decir que en la escuela podrán enseñarle el alfabeto, pero que en casa aprenderá a leer; le voy a contar del Quijote, de Fierro, de Chesterton, de Papini y de los héroes de su patria, le voy a hablar de un curita que me hizo mucho bien; le voy a narrar de sus bisabuelos y le voy a rogar que no pierda ocasión de charlar con sus abuelos. Le voy a enseñar a valorar a los amigos y la vida social, pero más el silencio y la soledad. Que la política no es la economía. Le voy a enseñar a andar a caballo, a ensillar y a plantar algo, lo que sea. También de chiquito un deporte… de chiquito, cuando aún no sabe jugar.
Nunca le diré que debe aprenderlo todo y que la experiencia permite elegir mejor. Le diré que NO es cierto que para lograr algo basta que él lo quiera: antes que citarle frases exitistas lo mandaré a leer a Job, san Agustín antes que conocer a Perón. Le voy a decir que los principios sin virtud son un hermoso cheque sin fondos. Le voy a hablar del heroísmo, pero en esa línea le voy a enseñar que la victoria es algo ajeno a su decisión; que al hombre le atañe el combate ¡pero bien combatido!: que la mansedumbre sin astucia es de idiotas, pero que la astucia sin mansedumbre es de felones.
Le voy a dar una opinión: que su oración debe al fin reducirse a esto: 1. “Soy cera blanda entre tus dedos, haz lo que quieras conmigo.” 2. “Dame, Señor, lo que me pides y pídeme lo que quieras.”
Y Un día, de viejo y entre risas, le voy a pedir perdón. Perdón porque más que eso (y hoy dudo que incluso eso) puedo.
Tal vez solo sea una cosa de insomne, tal vez no.

miércoles, 17 de agosto de 2016

YO SÍ CREO EN ESTE DEPORTE


Y creo desde chiquito, porque a las cosas graves, serias e importantes del mundo adulto nos las endulza con el pueril sueño de conquista, de grupo, de estrategia; está en la fibra íntima de la niñez nunca abandonada el alcanzar las alturas, con amigos. Y por eso, hoy sigo creyendo.
Porque... ¿viste...? vos no serás el más grandote, ni el más fachero ni el más fuerte, ni mucho menos la estrella; pero, POR ESO, hay un grupo atrás tuyo que te palmea y que te levanta. Y si no lo ves desde la cancha porque sos el adulto serio y grave, lo ves en esa cancha, donde otros adultos se abrazan entre ellos y acogen a los más jóvenes, como un presagio de continuidad. Creo porque me hizo pasar horas entrañables en el colegio, en un club, en el barrio, me hizo entender un símbolo, me hizo defenderlo y hermanarme con los simbolizados; me dio viajes, anécdotas, horas con amigos... me dio amigos. Y yo no era ni grandote, ni fachero, ni fuerte, ni mucho menos una estrella. Pero así me sentí... siempre que estuvieran mis amigos.
Yo creo porque me hizo jugar con mi viejo, con mis primos y con los que no llevaban mi sangre, pero bien podrían... porque me puso una disciplina (que a veces me enojaba), porque me hizo tragar broncas, porque me puso objetivos, pero también me hizo entrar en la cuenta de que no, no siempre se gana, ¿y sabés qué? Ganar en los números no es TAN importante. Creo porque sigue enseñando que al menos en este deporte se corre toda la cancha y se salta en los dos aros... y que un pase justo puede vivarse como un triple,y que todo, todo, todo... puede cambiar en esa fracción de segundo en la que no te rendiste a la fatalidad, porque en el basquet... casi nunca hay fatalidad, un minuto es una vida, un segundo es el partido. Y todos cuentan.
Creo porque tuve la dicha de haber visto al mejor equipo argentino de toda la historia, no solo por su corazón, porque no todo se gana con corazón, sino también por su perseverancia, por su esfuerzo, por su amistad, por su amor, pero por sobre todo por su inteligencia, muchos ven solo la garra, o el talento; ni la garra ni el talento duran más de quince años.
Creo porque me hizo pasar horas con mi viejo, emocionarme por lo mismo, mantener un código y un lenguaje, creo porque pude ir a la cancha y verlos, de cerquita, con él y con mi hermano de toda la vida; el resultado ni me acuerdo, fui con ellos; y eso es mucho para recordar. Creo no solo por lo que me hace sentir, sino porque también te ayuda a pensar, te ayuda a creer en vos... y sin embargo no te hace un exitista, medidor de números... porque... sabés qué? No somos los más grandotes, ni los más facheros, ni los más fuertes... pero siendo disciplinados, inteligentes, y amigos, no dejamos de jugar. y jugando, estoy seguro, somos lo mejor que podemos ser -cuando uno juega no teme algunas cosas, como morir por lo que vale la pena morir-. Como cuando niños, porque, casi ingenuamente, CREEMOS.
No contamos.

sábado, 9 de julio de 2016

DIDÁCTICA DE LA PATRIA -Leopoldo Lugones-


[Si yo tuviese la pluma de Lugones ésta sería la carta que hoy le escribiría a mi primogénito -que aún no llega- FELIZ FECHA PATRIA]

 1

Conozco a los varones de mi tierra y mi siglo:
inciertos en el mal y en la virtud,
son como yo, tienen la misma cara
sin dibujos de llanto
y el mismo corazón en arcilla mojada
que no tostó ni el fuego ni la gloria.
2
Josef, lo que te anuncio no es alegre ni triste:
sólo es fatal en esta Patria joven.
¿No te hubiera gustado, como a todos,
poner tus cuatro vientos en su bandera niña,
y montar alazanes que arquean los pescuezos
en el día feliz de una batalla;
o romper en su elogio, con la oda,
los tímpanos del mundo,
y arrancar una pluma del ángel para ella?
No has de lograrlo, y quedará en tu sueño:
la infancia de la Patria jugará todavía
más allá de tu muerte (yo lo aprendí hace mucho).
Ella es un año inmenso que despunta en nosotros:
ni tú ni yo veremos la cara de su estío.

3
Generaciones hubo más dignas que la nuestra.
¿Qué nos pasó a nosotros, Josef, que nos legaron 
un tiempo sin destino que merezca un laurel,
un puñal que no sale de su vaina
y un día sin talones de castigar la tierra, 
o una estúpida noche
de soldados vacantes?
Nos enseñaron que la Patria era 
no sé yo qué juicioso paraíso
de infalibles trigales y vacas repetidas. 
Así engordamos junto a los grasientos
asadores y cerca de las uvas pisadas.
Y dormimos en todas
las vigilias del hombre.

4
Entretanto, los pueblos que aventaba la historia 
dos veces conocieron el sabroso
pavor de las batallas.
No me importa, Josef, el tenor de su guerra: 
ellos caían bajo la implacable
legislación del ciclo;
se miraban desnudos
en el espejo claro de la muerte;
sentían retemblar bajo sus pies
la cubierta del mundo, navío castigado,
y abrirse arriba todos los pasajes del cielo. 
Nosotros les vendíamos harinas
y carnes envasadas.
Muy dichosos de ser espectadores
y no actores de aquella promoción de la sangre, 
reíamos felices de nuestra paz bovina: 
quemábamos incienso a nuestro dios
en figura de Shorthon;
y lo apedreábamos a veces
cuando la lluvia, en su traición, enflaquecía los vacunos
o nos diezmaba los trigales.
Josef, lo que te digo no es de hiel ni de miel: 
sólo es fatal en una Patria niña.
Con todo, algo debemos hacer en esta infancia. 
"¿Qué?", me dirás, y te respondo ahora.

5
No te adelantaría mi Didáctica,
si no supiese yo lo que se incuba,
por vocación, en esta provincia de los hombres. 
Josef, un ciclo amargo da su fruta en el mundo: 
la oscuridad nos miente ya la forma de un dios.
Pero un Rey no visible todavía
está plantando almendras en suelos favorables. 
¿Qué me dirías tú si brotara un almendro junto
 al río y sus crines de león?
Estudia mis palabras que harán reír a muchos: 
yo siempre fui un patriota de la tierra 
y un patriota del cielo.

6
El nombre de tu Patria viene de argentum. 
¡Mira que al recibir un nombre se recibe un destino! 
En su metal simbólico la plata
es el noble reflejo del oro principial.
Hazte de plata y espejea el oro
que se da en las alturas,y verdaderamente serás un argentino.

7
Es un trabajo de albañilería.
¿Viste los enterrados pilares de un cimiento? 
Anónimos y oscuros en su profundidad, 
¿no sostienen, empero,
toda la gracia de la arquitectura?
Hazte pilar, y sostendrás un día
la construcción aérea de la Patria.

8
Y es una vocación de agricultura.
¿No viste la semilla en su carozo
y el carozo en su tierra y esa tierra en su invierno? 
Riñón de lo posible, la semilla es el árbol 
no proferido aún y ya entero en su número. 
Josef, hazte carozo de la Patria en ti mismo,
y otros verán arriba la manzana
que prometiste abajo.

9
Somos un pueblo de recién venidos.
Y has de saber que un pueblo se realiza tan sólo 
cuando traza la Cruz en su esfera durable.
La Cruz tiene dos líneas: ¿cómo las traza un pueblo? 
Con la marcha fogosa de sus héroes abajo
(tal es la horizontal)
y la levitación de sus santos arriba
(tal es la vertical de una cruz bien lograda).

10
Josef, si como pueblo no trazamos la Cruz,
porque la Patria es joven y su edad no madura,
la debemos trazar como individuos,
fieles a una celosa geometría.
¡La vertical del santo, la horizontal del héroe!
 Te resulta dificil, ¿no es verdad?
Pero aquí no se trata de vestir armaduras
 llenas de pedrería
ni de abrirse las nalgas con lujosos rebenques. 
Tu heroísmo ha de ser un caballo de granja, 
tu santidad una violeta gris.
Otros recogerán, a su tiempo, laureles 
y el brillo escandaloso de la notoriedad: 
yo te di los oficios del pilar y el carozo,
fuertes y mudos en su anonimato.

11
Josef, dos modos hay de hacerte rico:
o aumentando las cifras de tu cuenta bancaria 
o reduciendo tus necesidades
a lo estricto y cabal.
Mejor es el segundo, por la razón que sigue: 
¿No es el hombre un viajero de la tierra?, 
¿su viaje no es de un año?
El que poco desea o necesita
es, bien mirado, un cómodo viajero 
que anda sin equipaje.

12
Yo conozco a viajeros que se cargan 
de maletas ociosas.
Por cuidar y mover sus pesados baúles
ni observan el paisaje ni leen la escritura 
de este mundo sabroso
(porque todo viajero debe ser un lector). 
Josef, eliminando tus valijas inútiles,
ya eres pobre y liviano según la tierra gorda:
leyendo y meditando tus lecciones de viaje, 
ya eres rico y pesado según la ley de arriba 
Si todos alcanzaran este fácil teorema,
los hombres mis hermanos viajarían desnudos.

13
De los siete pecados capitales
que asaltan a los hombres junto al Río, 
el primero es la Envidia (los he clasificado
por orden riguroso de maldad).
La riqueza exterior, los honores, el lujo, 
la suerte y el talento constituyen el pasto
natural de la Envidia. 
¡Josef, que no te muerdan sus dientes amarillos! 
Ni envidies a los otros
ni les des ocasión de que te envidien. 
La manera segura de no ser envidiado 
es la de no mostrar nada envidiable.

14
La Gula está en el orden segundo de mi lista.
 Es terrible, Josef, lo que devoran 
nuestros conciudadanos entusiastas. 
Por sus jamás ociosas dentaduras
yo diría que pasa toda la Creación 
en su aspecto visible y masticable: 
gordos terrestres piden ser y son.
Josef, no te abandones a tan loco ejercicio: 
devora, en cambio, sin temor ninguno,
 toda la Creación inteligible,
y te convertirás en un gordo celeste.

15
Por la mañana, cuando te levantes, 
piensa, Josef, en ese nuevo día;
y no te olvides que al salir al sol
entrarás en un campo de batalla.
Que no te engañe el paso normal de los tranvías
 ni la canción melosa del frutero
ni el pacífico rostro de tu jefe
ni la sonrisa blanca de tu subordinado. 
Ángeles y demonios pelean en los hombres: 
el bien y el mal se cruzan invisibles aceros.
Y has de andar con el ojo del alma bien alerta,
si pretendes estar en el costado
limpio de la batalla.
Josef, nada es trivial en esa guerra:
basta el peso ladrón de una bolsa de azúcar 
para que llore un ángel y se ría un demonio.

16
No vaciles jamás en la defensa
o enunciación o elogio
de la Verdad, el Bien y la Hermosura.
Son tres nombres divinos que trascienden al mundo, 
y es fácil deletrearlos en las cosas. 
No los traiciones, aunque te flagelen: 
yo sé bien que la triste Cobardía
suele atar a los hombres junto al Río moroso.
Vence a la Cobardía de los ojos oblicuos,
y la Patria futura dará el santo y el héroe 
que han de trazar las líneas de la Cruz.

17
Liviano de equipaje y avizor en tu guerra,
te asaltarán, empero, no escasas tentaciones.
Josef, has de vencerlas, o llorará la Patria todavía en pañales.
Si te ofrecen un cargo de visibilidad,
acéptalo en razón de tu mérito sólo
y en vista de los frutos que darás a tu pueblo. 
Si eres olmo, no admitas la función del peral, 
o has de ser un peral falsificado
y un olmo sinvergüenza.

18
Los cargos o funciones de mucha jerarquía
 tientan o con el oro fiscal siempre indefenso 
o con los relumbrones de toda investidura.
Josef, no pongas mano en los dineros
que a tu virtud laudable se confíen.
El Robo, soslayada forma de la violencia,
es el tercer pecado de nuestros compatriotas.

19
En cuanto al relumbrón, si te lo imponen, 
lo llevarás con el desgano y frío
de quien se envaina por obligación
en un frac de molesto protocolo.
Sea tu libre personalidad,
y no el brillo exterior que te prestaron,
la que se muestre a todos, fiel e igual a sí misma. 
Conozco a personajes que se creían águilas, 
temidos y solemnes en su pluma oficial,
y que al ser desnudados exhibieron risibles 
alones de gallina.

20
Si acaso gobernaras a tu pueblo,
no has de olvidar que todo poder viene de Arriba,
y que lo ejerces por delegación,
como instrumento simple de la Bondad Primera. 
Josef, el gobernante que lo ignora u olvida
se parece a un ladrón en sacrilegio
que se Va con el oro de una iglesia.

21
Según la más antigua ley de la caridad, 
el superior dirige al inferior.
Hasta los nueve coros angélicos reciben
y cumplen esta norma del gobierno amoroso; 
y el ángel superior, al de abajo se inclina 
para darle una luz que a su vez le fue dada.
Todo buen gobernante lo será
cuando a sus inferiores descienda por amor
y se haga un simulacro de aquel Padre Celeste 
que a toda criatura da el sustento y la ley.
El gobernante que no asuma el gesto
de la paternidad
es ya un tirano de sus inferiores, 
aunque regale sus fotografías
con muy dulces autógrafos.

22
Empero, no confundas esa paternidad
con un fácil reparto de juguetes.
 Recordarás, Josef, que tu Padre de arriba
gobierna con dos manos:
con la manó de hiel de su Rigor
y la mano de azúcar de su Misericordia.
Si asumes el poder, usa las dos,
ya la dura o la blanda, según tu inteligencia.
 Josef, el que gobierna con una mano sola 
tiene la imperfección de un padre manco.

23
Ni te muestres al pueblo demasiado
ni en el poder te agites como un hombre de circo. 
Imita, si gobiernas, a ese Motor Primero
que hace girar al cosmos
y es invisible y a la vez inmóvil.

24
Preferiría yo, sin embargo, que tales
pesos no recayeran en tus hombros.
Es mejor construirse y apretarse uno mismo
(ya te hablé del pilar y la semilla),
y crecer por adentro lo que afuera se poda 
y ganar por arriba lo que se pierde abajo.
Si así lo hicieras, crecerá la Patria, 
Josef, en cada una de tus disminuciones. 
Y todo lo que pierdas lo ganará esa Novia
del Suceder, en su más claro día.

miércoles, 15 de junio de 2016

YO NO CREO EN LOS KIRCHNERISTAS, pero de que los hay, los hay...

"No entiendo por qué hay tantos kirchneristas" decía mi tía hace unos meses, y como la frase sonaba a pregunta le respondí (más o menos) así:

Yo sí entiendo:

  • Porque el hombre busca la verdad, es un sediento de ella, un mendigo... y fijate vos que todo error tiene algo de verdad, el secreto es mostrar esa parte de verdad con énfasis, y vas a tener a los enamorados de la verdad en tus filas. Y es verdad que hay un sector largamente desfavorecido en la Argentina: en la Argentina hay pobres, pobres injustamente pobres (y Perón fue el primer oportunista en utilizarlos). Los pongamos en el centro del discurso, porque ¿quién va estar en contra de la justicia?
    -Pero Perón quería a los pobres.
    -A Perón les gustaban los pobres, tía, y si tenía más plata se compraba unos cuantos y los ponía en el jardín. No discutamos, dejame terminar la idea:
  • Por otro lado el hombre ama el bien ¿Y acaso la justicia social no es un bien preciado? El tema es ser vivo como Protágoras (s. V a. C.) y hacerles creer que lo que nosotros planteamos como justicia, es justicia, aunque no lo sea (y aún cuando no crea que haya una justicia). Sea vivo, los demás necesitan creer en la justicia, tienen hambre de ella. Vendales justicia, aunque tenga olor a pescado, porque si usted sabe vender, como todos los sofistas de Protágoras en adelante, van a ignorar y hasta querer el olorcito a podrido. ¿Hubo muertos en la guerra setentista? ¿conoce jóvenes que entregaron la vida en Malvinas? Diga que los milicos no eran héroes, eran asesinos, o nenitos, porque ya lo dicen los montos vivos (y ellos manejan los diarios) y entonces, si les gusta, deles más de eso, sacie su hambre de justicia -aunque sea con pescado podrido- y aunque se joda en la vida y en el buen nombre de miles de hombres que pusieron la vida en peligro por la patria, y aunque tenga que premiar a los verdaderos enemigos de ella; porque ya lo dijo Protágoras (y dale con el griego...): "(...) llamo precisamente hombre sabio a quien nos haga parecer y ser cosas buenas, a algunos de nosotros, por vía de transformación, las que nos parecían y eran cosas malas." Total el bien le importa solo a los curas, y a algunos.
Y en este sentido (y solo en este sentido) Los K' fueron bastante sabios: no solo le dieron al argentino algo qué amar, sino también algo qué odiar y a quiénes odiar (milicos, oligarcas, curas, periodistas... jueces, fiscales), y ya que los odian, "somos nosotros el instrumento para combatirlos". O sea, dijeron qué era el bien, y qué era el mal, y quiénes eran los malos, y quiénes (ellos, claro) eran los cruzados que podían combatirlo. Y en toda mentira que decían, había algo de verdad. Pues el mal se hace y los malos existen. Y esa verdad, a medias, atrapaba.

Además hablar mal del otro es un ardid que utilizamos desde nuestra tierna edad para desviar la mirada que posan sobre nosotros: ¿quién no vio al niño frente a la leche derramada apuntar con el dedo acusador a su hermano, cinco metros distante de ahí? Y Maquiavelo lo entendió bien, habló del odium plebis, cosa que Carl Schimitt desarrolló luego entendiendo lo útil de cohesionar al pueblo tras un enemigo a derrotar, sacando provecho de la conflictividad social. Si el pueblo está descontento, le demos un culpable de su descontento. Plim, punto para el gobierno.

Dicho sea de paso, no hay aquí una concepción de la política como búsqueda del Bien Común (pues el bien depende del cristal con que se mire, dirían ellos, a puertas cerradas, claro), sino la concepción moderna y maquiavélica del arte de llegar, acrecentar y mantenerse en el poder. A propósito recuerdo un discurso propagándistico de CK en el día de la bandera (que no recuerdo siquiera si la nombró, pero bue'), decía "la Princesa" de Maquiavelo: "Nos acusan de hacer política económica, yo digo que no hay política sin economía, porque la economía es poder ¿Y qué es la política sino la búsqueda de poder?" Clarito. La política no está al servicio del Bien Común, y la economía no está al servicio de la política, más bien la política está al servicio de la economía, que termina siendo el bien, personal. Y la gente la aplaudió.

Una vez, muy jovencito, leí un libro que se llamaba "Nostalgia del absoluto", de George Steiner, el capo hablaba de cómo el marxismo, la antropología de Lévi- Strauss y el freudismo en su afán de superar el pensamiento religioso caían en el misticismo. Bueno, yo creo que estos tipos (los K's) eran medio míticos: se crearon un sistema cerrado, con un lenguaje propio, una simbología, una liturgia y un salvador. Cómo no van a tener fanáticos.

En todo caso los K' son maquiavélicos, gramscianos y peronistas.  Una buena combinación de la praxis política, desprendida del bien, pero con apariencia de ello. Un mito, pero malo.

Demagogos, inescrupulosos y praxistas. Pero praxistas, eficaces del mal.

- La solución es Macri.

-No.

- ¿Vos no sos macrista? 

-No.

-¿Y qué vas a hacer en las elecciones? 

-Ese es un tema para otro post, tía, pero mirá: yo no como huevos porque me patea el hígado... y por las dudas tampoco como hígado... ¿viste?

-ooooy, Diego...

El discurso social kirchnerista fue muy bueno, fue hasta nacionalista (o pseudo nacionalista), lo malo fue su práctica, su praxismo anticultural y mentiroso. Pero en todo caso hay tanto kirchnerista ciego por la misma razón por la que hay macristas ciegos: el hombre necesita creer; y el error tiene algo de verdad: es verdad que los K' fueron los gobernantes más corruptos de la historia, (y voy a ser vanidoso, pero yo lo decía antes que llegara Lanata, y no solo por los peniques que se afanaron) pero no es verdad que Macri y su Pro sean la salvación. Tema de otro post, tía.

Lo cierto es que el argentino, cansado, necesita creer, pero a su modo: pasional, casi irracionalmente. Somos barrabravas.

Ya lo dijo Newman: "saca la teología de las universidades y otra cátedra ocupara su lugar...", saca a Dios de la patria...

Y bueno, los K' son un mito, caricatura de la Religión.

Bien, más o menos así fue la conversación con mi tía... yo no les tengo odio, les tengo dolor. Me duelen; porque tal vez ahora sean menos, pero de que los hay, los hay...

Güemes y Belgrano -Discurso hecho para niños con el fin de conmemorar la muerte de ambos Generales-


 Estimados (…) alumnos: 

Hoy hemos querido congregarnos todos para celebrar. Las banderas cuelgan de los balcones, los ponchos rojo punzó se lucen sobre 
los hombros de  cientos de criollos, las calles se visten de gala, los poetas y los cantores se alegran y cantan viejas glorias del pasado;  nuestro colegio pone sus mejores banderas y todo parece ser celeste y blanco; si hasta los medios de transporte –taxis y colectivos- parecen decirnos con sus pequeñas banderas y enseñas patrias que hoy, a pesar de las diferencias que tengamos, somos todos salteños y argentinos. El pecho se nos llena de orgullo porque recordamos a dos grandes héroes que siguen vivos y presentes en nuestra memoria y en nuestro corazón.


Héroes sí, héroes de los más grandes que ha dado nuestra patria y quizá la historia universal. Hablamos de Don Martín Miguel de Güemes y Don Manuel Belgrano. Han sido estos hombres de carne y hueso, no han descendido de un mundo de fantasía con vestimenta ajustadas al cuerpo, ni super poderes, ni varas mágicas, ni siquiera con poderosas armas de ensueño; y sin embargo han logrado proezas que pocos imaginan y lamentablemente muchos desconocen. Han logrado que sus nombres quedaran grabados en los libros de historia para siempre y que sus rostros sean retratados innumerables veces y lo han logrado precisamente porque durante su vida no han tenido otro afán que servir a los demás. No han buscado fama ni gloria propia, sino que han querido, aún a costa de mucho sacrificio, servir a la patria que tanto amaban y ahora esta patria tan beneficiada por sus buenas obras les rinde homenaje. 

Güemes fue el hombre que de un montón de gente de campo, gauchos mal alimentados y peor vestidos, pero que tenían un corazón tremendamente generoso, pudo sacar una milicia que atemorizaba a los mejores soldados de Europa. Cuentan las crónicas que los soldados realistas, muchos de ellos veteranos de famosas guerras, que intentaban tomar Buenos Aires pasando por Jujuy y Salta temían salir en partidas, incluso para buscar alimentos, puesto que esas partidas solían volver en muy malas condiciones, o no volvían. Es que estaban en territorio de los gauchos de Güemes, y estos gauchos eran hombres valientes que no soportaban la afrenta verse invadidos. 

Belgrano fue el hombre de leyes, formado en una de las mejores universidades del mundo; destinado al éxito mundano y mercantil; y sin embargo, no duda en ponerse al servicio de la patria cuando ella más lo necesitaba. Fue el abogado que se convirtió en militar y le dio glorias inolvidables al ejército argentino. Y fue ni más ni menos que el creador de nuestra bandera, la enseña que hoy portamos con orgullo, de aquella tela que representa el ser argentino, de ese emblema que vio morir por amor a muchos, muchos héroes de nuestra historia. Esa enseña, niños, representa los colores de la Inmaculada Concepción de María, de la Virgen, de quien Belgrano fuera hijo tierno y ferviente devoto. Fijense bien, porque la bandera lleva los mismos colores que el manto de la Virgen. Hombre humilde si los hubo. 

Ninguno de los dos murió rodeado de pompas ni comodidades, uno (Güemes) murió en el campo, herido por un disparo salido de un soldado enemigo (convirtiéndose en el primer General argentino muerto en una acción militar), el segundo (Belgrano) murió postrado en una cama luego de pagar al médico con su reloj de oro (la única cosa de valor que le quedaba después de haber donado sus sueldos para crear cuatro escuelas, con la ilusión de que los niños argentinos sean estudiosos). 

Estos dos grandes soldados y héroes llegaron a conocerse y con el tiempo trabaron una amistad fundamentada en el amor que ambos tenían por la patria; y ese amor se hizo contagioso. 

Cuenta don Leopoldo Lugones en su libro " la Guerra Gaucha", que una partida de gauchos que habían combatido con don Martín Miguel de Güemes venían entristecidos porque habían sido derrotados en un entrevero. Y estaban al pie de un precipicio, angustiados, no tanto por la derrota física que la sentían en el cuerpo, sino porque habían perdido la bandera. La bandera se les había caído al fondo de la quebrada, y veían en penumbras, entre sombras, como la tacuara, que hacía de improvisado mástil, se había quebrado. Se miraban todos y miraban a la bandera rota, y el jefe dijo: "sin bandera no podemos seguir, porque sin estandarte no se puede pelear". Y entonces le ordena a uno de los gauchos que baje al fondo de la quebrada, que recupere la bandera. Bajar al fondo de la quebrada significaba el dolor, la herida, tal vez la mutilación, quizá la muerte. Pero el gaucho no vaciló y rotoso como estaba, se lanzó al fondo del precipicio, y cuando llega con su puño toma la tacuara quebrada, la une, hace tremolar el estandarte, y grita espontáneamente :¡Viva la Patria! y desde arriba los gauchos reciben el eco, el eco lejano pero claro y le contestan a grito diciendo :¡Viva!. Cuenta Lugones que la partida hasta entonces contrita y apenada, se transfiguró en un centello de gloria en los rostros de esos hombres curtidos y veteranos de cien combates. Y con el grito, todavía fresco en los labios, y con la imagen de la bandera unida en la tacuara se dispusieron a seguir luchando.

Esta historia puede o no ser cierta, pero sin duda no podría haberse llevado a cabo tan grande proeza en la defensa de la soberanía de no haber existido tal amor por nuestra enseña. 

Hoy muchos de uds. van a jurar la bandera. Deben sentirse tremendamente orgulloso de esto porque van a compartir algo con esos héroes que celebramos. Ellos también fueron niños como ustedes; y ya desde entonces se preparaban para ser hombres de bien. Tanto Güemes como Belgrano han sido grandes jefes, pero una vez me decía un gran amigo mío, que es muy sabio: “No sabe mandar quien antes no ha aprendido a obedecer”. Por lo tanto ellos también debieron ser jóvenes disciplinados y obedientes; han sido educados en la fe, han aprendido a ser humildes, han recibido y hecho fructificar un patriotismo hecho virtud desde pequeños. El héroe no se hace en un día, es una tarea larga, pero a la vez linda y provechosa ¿Y quién es el héroe? Héroe es quien hace lo que debe hacer, en el momento que lo debe hacer y de la mejor manera que lo puede hacer, siempre. Sean cosas lindas o  sean cosas aburridas, como ordenar bien mi cuarto, hacer bien la tarea, hacer caso a mi padres, SIEMPRE. Con el tiempo quizá también sea reconocido, como lo fueron Don Martín Miguel y Don Manuel Belgrano. Héroes que se prepararon desde muy jovencitos.

¿Alguna vez vieron un héroe cobarde o desobediente? No creo que los haya. 

Los felicitamos queridos alumnos y los instamos a ser buenos, obedientes, humildes, esforzados, alegres y esperanzados. Buenos hijos de Dios y de la Virgen, cuyo manto nos representa. 

La Patria todavía necesita héroes. Alumno: en ti la Patria espera.


 

lunes, 13 de junio de 2016

Súplica al hombre moderno

"Saturno" de Rubens
Saturno (Cronos en la mito-
logía griega) devoraba a sus
hijos. Gailleo pensó que Saturno
era una conjunción de 3 estrellas
Así lo pinta Rubens.
La propia diagnosis a veces me despierta una lastimera y empática intuición, que me da por compartir con los míos: Cuando veo al moderno hombre de negocios, que se ve forzado a pasar largas horas fuera del hogar y fuera de sí para mantener cerrado el vicioso círculo de trabajar para vivir y vivir para trabajar; Cuando veo al elegante esclavo del tiempo forzado a negar el ocio y a mantenerse cegado al entorno como buey que aún debe trillar, me dan tiernamente ganas de decirle lo que desde la fatigosa empatía puedo atisbar: quién en furioso raid desértico detiene cada tanto la marcha en busca del surgente que aplaca su sed, no pierde tiempo, salva la vida, que mire: Cronos hambriento pretende devorar.
Por un dichoso instante nos es crítico escapar del tiempo, situarnos en la eternidad, acuciante necesidad: Llegue a casa, quede en silencio, lea poesía, vea poesía, haga poesía.
La Belleza va a salvar el mundo, sea salvo también.
Cuando en dialogada introspección veo al hombre moderno me entran ganas de decirle lo que le dije. Porque aunque en la polvareda del raid no me dé la hora, tal vez, tal vez, al caer de la tarde atienda mi consejo... que es súplica y no presunción.

viernes, 10 de junio de 2016

Una mano en el bolsillo

En la noche bella pero fria, en el barrio Tres Cerritos, salía pensando en nimiedades que ganaban mi preocupación; iba camino al auto (que está sucio y tengo que llevar al lavadero, con las cubiertas gastadas y que tengo que comprar... pero al auto en fin, y que además es casi nuevo). El paso era apurado, decidido, ciego... Cuando lo ví. Entre las sombras que la arboleda hace a los faroles de la calle; estaba abrigado de tan solo una remera y un viejo, viejo, pantalón de vestir, quizá casi tan viejo como sus zapatos; asomado sobre el tacho de basura, buscando entre los desechos de la sociedad algo que pudiera serle útil para comer o vender (para poder comer, claro). Ese era su lugar, circunstancial, involuntario, pero su lugar. Tenía otras bolsas grandes y vacías, para guardar los desechos de las bolsas que él rompía ¿no es cuestión de ensuciar, vio? Porque ¿Qué culpa tienen los vecinos de su hambruna, no? Tenía hambre, seguramente frío; y también tiempo para preocuparse de los demás, del barrio, de los vecinos. Rompía una bolsa, tomaba lo que le servía, el resto iba a las bolsas nuevas.
Debo confesar que una profunda vergüenza y compasión se apoderó de mi alma, vergüenza de mí, compasión de ambos. Subí al auto y recé acongojado un avemaría; avemaría retadora, miré el asiento de atrás, metí la mano a los bolsillos, tomé lo que tenía y bajando del auto caminé directamente a su persona, y al ponerme frente a él:
-maestro.
-Sí, señor -responde mirando desde abajo (para entonces estaba de cuclillas, guardando la basura de los otros, que no servía ni para él)-
Le estreché fuertemente la mano (y entre la suya la mía parecía la de un niño, que nunca jamás ha trabajado de verdad) y con ella le dejé algo, que no es todo, que no es suficiente, que no es la solución... y le dije:
-Le puede servir.
-GRACIAS. - Escueto, sincero. Desde abajo.-
Quisiera tomarte de la mano, ponerte de pie y que de frente me retes, por mi tremenda cobardía. Que me enseñes de la vida, porque después de todo...
¿Qué hice yo para merecer lo que tengo? ¿Que hago yo para ser digno de tus "gracias"? Una mano en el bolsillo...

miércoles, 8 de junio de 2016

MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES 17 de junio -Discurso-


VIDEO DEL DISCURSO (link)

DISCURSO ESCRITO (link)

DISCURSO 17 DE JUNIO (A° del fallecimiento del Gral. Martín Miguel de Güemes)

Güemes a Belgrano en una carta:

  "Hace Ud. Muy bien en reírse de los doctores; sus vocinglerías se las lleva el viento. Mis afanes y desvelos no tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos. Así pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que deben esperar los patriotas".


Señor Rector, Profesores, Prefectos, cuerpo no docente, padres, alumnos:

Apenas tres días faltaban para cumplirse un año de la muerte del General Belgrano, uno de los hombres más preclaros, obstinados y valientes que diera la historia de la patria, cuando otro hombre de talla similar,  el General Güemes, partiera a su encuentro. No baste recordar sus enormes proezas, sus logros memorables, sus triunfantes peripecias y gloriosas astucias; es verdad que aún no se ha dicho lo suficiente acerca de ellas, y no se ha dicho lo suficiente digo, porque aún no son conocidas como deben por el argentino medio, heredero de sus desvelos.
Queremos hablar de ellas, no nos confundamos, pero el tiempo -como el olvido de las glorias pasadas- es tirano. Hoy queremos recordar a los hombres detrás de las leyendas. Queremos por un momento dejar de lado al retrato del héroe montado en fabuloso corcel mirando al horizonte o marcando el destino de las almas; queremos ver al hombre, no para desmentir al héroe como lo haría el “psicoanálisis histórico” de moda, sino para valorarlo, para admirarlo y para imitarlo. Ese es nuestro propósito.
Por un momento, decía, queremos dejar de lado al hombre de la gloriosa estampa, para mostrar al hombre débil de la heroica renuncia. Baste a nuestra meta el ver la muerte, alguno dirá afrentosa, de estos hombres de bien.

El uno, Don Manuel Belgrano, partiendo de este mundo un 20 de junio de 1820. El hombre de leyes, formado en una de las mejores universidades del mundo; destinado al éxito mundano y mercantil y que, sin embargo, no teme ni duda en acudir al llamado de la patria cuando ésta lo demanda. El hombre trocado ahora en exitoso estadista y glorioso militar, muere joven y enfermo, cansado de tanto trecho, después de pagar al médico con un reloj de oro (lo único de valor que le quedaba, luego de donar sus sueldos para la construcción de cuatro escuelas).

El otro, don Martín Miguel de la Mata Güemes, el hombre aristocrático y campero al mismo tiempo, el hombre de sociedad y de las faenas, el oficial del ejército y el capataz de campo. El que dejara grabado su nombre en los anales de la historia muere en el monte, herido y acompañado solo de sus hombres de armas: quisiera yo transcribirles el conmovedor relato que de esta muerte hace el Ing. Guillermo Solá:
Después de contarnos cómo después de rechazar Güemes por primera vez un Parlamento que le ofrecía honores y todo lo pertinente para su salud y curación  dice el Ing.:

“Olañeta no desesperó por esto y quiso tentar por última vez la entereza del noble patriota, y trató de seducirlo, sin llevar escarmiento por el fracaso más de una vez ocurrido ya en el empleo de este vil resorte. Para tanto, envióle enseguida un nuevo parlamento, prometiéndole “garantías, honores, empleos y cuanto quisiere, siempre que él y sus tropas rindieran las armas al rey de España””.
“Los parlamentarios llegaron nuevamente a su lecho. Güemes escuchó con calma la proposición, y terminada ésta, incorporándose levantó en alto la voz y con marcial expresión exclamó, dirigiéndose a su segundo en el ejército: “¡Coronel Vidt! ¡Tome usted el mando de las tropas y marche inmediatamente a poner sitio a la ciudad, y no me descanse hasta no arrojar fuera de la patria al enemigo! Y volviéndose al parlamentario: “Señor oficial –le dijo, arrojándolo con un ademán de su presencia- está usted despachado”.

Quebrada de la Horqueta: domingo, 17 de junio de 1821. La gravedad de la herida no le concede prórroga: recostado en un improvisado catre, en la intemperie del monte, miró por última vez aquel paisaje. Y a su gente. Los brazos del amigo y capellán Francisco Fernández sostienen por los hombros al Héroe Argentino… su cabeza ya se apoya en el pecho del sacerdote.

Muere Martín Miguel de Güemes, treinta y seis años, Gobernador de Salta, General de la Nación…
… entre el espinudo monte del lugar, oficiales y gauchos no hallan consuelo…”

No ha sido su muerte ostentosa ni estuvo rodeado de pompas, en cálidos palacetes, ni con los honores de desfiles ni trompetas; fue una muerte digna de hombres de talante inquebrantables, fue una muerte austera, como lo fuera su propia vida. Los hombres de hoy dirían: muerte sin valor alguno. Eso dirían algunos, esos pobres hombres víctimas de nuestro tiempo que no han conocido el valor de la renuncia. Que no conocen en carne propia la forja de virtudes, descreídos de la existencia o del valor de estas, no conciben la austeridad como una virtud a conquistar. Y mucho menos valoran a quienes la han conquistado. No reconocen el valor de “la pobreza”, como dirían ellos; acostumbrados a los placeres exacerbados y pasajeros –cada vez más pasajeros- de las comodidades modernas no conciben que existan o hayan existido hombres de honor inquebrantables que hayan rechazado enriquecerse con la posibilidad histórica- política que se les ofrecía, alzando la mirada sobre un ideal mil veces superior. Estos hombres, se han acostumbrado al descanso.

Tal vez (siendo concesivo en el “tal vez”) no sea casualidad que en 1820 muera Belgrano, en 1821 falleciera Güemes y contemporáneo haya vivido  San Martín, nuestros mayores próceres; amigos entre sí, poco tiempo después también aparecerá en escena don Juan Manuel de Rosas. No creemos que sean casualidades que un tiempo tan corto diera los hombres más gloriosos de la historia de una Nación.

Vivieron en un tiempo y en un espacio en que las cosas no se presentaban fáciles, en una patria que demandaba el pecho viril de hombres bien preparados que estuviesen dispuestos a enhorquetarse en un potro, pasando frío, hambres y fatigas, por terrenos diversos; secos, húmedos, fríos, calurosos, polvorientos y no tanto, entre bosques espinudos o matas impenetrables hasta las piedras cortantes y el cardo solitario de tierras desiertas. Donde su hombría sea puesta a prueba, donde la debilidad y la cobardía dieran paso al pecho fraterno y viril.

Los que rehúsan las dificultades suelen rechazar también a quienes las enfrentan como si desconocieran que en “en medio de la miseria se hacen grandes cosas, y en medio de la abundancia, solo porquerías sin jugo.” – como bien decía el genial Papini-.
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Pero he aquí que nuestra patria aún reclama acciones gloriosas. He aquí las dificultades de nuestro tiempo. Allende el tiempo dio grandes y muchos hombres de gloriosa memoria, ustedes conocen sus nombres, “jóvenes en quienes el tiempo no ha marchitado aún los impulsos de la humana naturaleza”, estampados han quedado desafiando las edades la memoria de sus varoniles virtudes, memoria de una generación robusta y comprometida.  En ellos y en especial en la figura de sus pobrezas y sus debilidades se mostraba más aún su virtud, por eso es difícil separar al hombre débil del héroe en esos momentos de dificultad, pues  es precisamente ahí donde el hombre deja paso a lo mejor de sí, y el heroísmo salta a la vista. Tal es así  que sin miedo podríamos aplicarles aquella frase de San Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte.”

Pero he aquí decía, que en nuestros tiempos la patria reclama en gritos desangrados a nuevos salvadores. La Providencia dispuso hombres del tamaño de Güemes y de Belgrano en sus tiempos. Los nuestros también reclaman hombres (varones y mujeres) valientes y preparados, el campo de batalla no es el mismo pero la dificultad es tanto o mayor que aquella.

“No queremos el descanso” decía un gran hombre de ideas y de obras en la España moderna. Nosotros tampoco, hasta que el descanso nos encuentre como debe encontrarnos, entonces y solo entonces podremos decir: “Bonum certamen certavi” (“He combatido el buen combate”).
Que el ejemplo de nuestros héroes nos arrojen a la acción y la oración de nuestros santos interceda por nosotros. Que el manto de la Inmaculada Virgen, que tenemos por bandera nos cobije y nos proteja. Que el amor tierno y viril a nuestra Madre del Cielo nos asemeje más aún a nuestros héroes, y que su ejemplo no nos permita desfallecer ante la dificultad o ante la comodidad de nuestros tiempos.

HE AQUÍ LOS HOMBRES QUE LA PROVIDENCIA DISPUSO PARA EL HOY, Dios los bendiga.
Y ustedes hagan lo que tengan que hacer.