miércoles, 15 de junio de 2016

YO NO CREO EN LOS KIRCHNERISTAS, pero de que los hay, los hay...

"No entiendo por qué hay tantos kirchneristas" decía mi tía hace unos meses, y como la frase sonaba a pregunta le respondí (más o menos) así:

Yo sí entiendo:

  • Porque el hombre busca la verdad, es un sediento de ella, un mendigo... y fijate vos que todo error tiene algo de verdad, el secreto es mostrar esa parte de verdad con énfasis, y vas a tener a los enamorados de la verdad en tus filas. Y es verdad que hay un sector largamente desfavorecido en la Argentina: en la Argentina hay pobres, pobres injustamente pobres (y Perón fue el primer oportunista en utilizarlos). Los pongamos en el centro del discurso, porque ¿quién va estar en contra de la justicia?
    -Pero Perón quería a los pobres.
    -A Perón les gustaban los pobres, tía, y si tenía más plata se compraba unos cuantos y los ponía en el jardín. No discutamos, dejame terminar la idea:
  • Por otro lado el hombre ama el bien ¿Y acaso la justicia social no es un bien preciado? El tema es ser vivo como Protágoras (s. V a. C.) y hacerles creer que lo que nosotros planteamos como justicia, es justicia, aunque no lo sea (y aún cuando no crea que haya una justicia). Sea vivo, los demás necesitan creer en la justicia, tienen hambre de ella. Vendales justicia, aunque tenga olor a pescado, porque si usted sabe vender, como todos los sofistas de Protágoras en adelante, van a ignorar y hasta querer el olorcito a podrido. ¿Hubo muertos en la guerra setentista? ¿conoce jóvenes que entregaron la vida en Malvinas? Diga que los milicos no eran héroes, eran asesinos, o nenitos, porque ya lo dicen los montos vivos (y ellos manejan los diarios) y entonces, si les gusta, deles más de eso, sacie su hambre de justicia -aunque sea con pescado podrido- y aunque se joda en la vida y en el buen nombre de miles de hombres que pusieron la vida en peligro por la patria, y aunque tenga que premiar a los verdaderos enemigos de ella; porque ya lo dijo Protágoras (y dale con el griego...): "(...) llamo precisamente hombre sabio a quien nos haga parecer y ser cosas buenas, a algunos de nosotros, por vía de transformación, las que nos parecían y eran cosas malas." Total el bien le importa solo a los curas, y a algunos.
Y en este sentido (y solo en este sentido) Los K' fueron bastante sabios: no solo le dieron al argentino algo qué amar, sino también algo qué odiar y a quiénes odiar (milicos, oligarcas, curas, periodistas... jueces, fiscales), y ya que los odian, "somos nosotros el instrumento para combatirlos". O sea, dijeron qué era el bien, y qué era el mal, y quiénes eran los malos, y quiénes (ellos, claro) eran los cruzados que podían combatirlo. Y en toda mentira que decían, había algo de verdad. Pues el mal se hace y los malos existen. Y esa verdad, a medias, atrapaba.

Además hablar mal del otro es un ardid que utilizamos desde nuestra tierna edad para desviar la mirada que posan sobre nosotros: ¿quién no vio al niño frente a la leche derramada apuntar con el dedo acusador a su hermano, cinco metros distante de ahí? Y Maquiavelo lo entendió bien, habló del odium plebis, cosa que Carl Schimitt desarrolló luego entendiendo lo útil de cohesionar al pueblo tras un enemigo a derrotar, sacando provecho de la conflictividad social. Si el pueblo está descontento, le demos un culpable de su descontento. Plim, punto para el gobierno.

Dicho sea de paso, no hay aquí una concepción de la política como búsqueda del Bien Común (pues el bien depende del cristal con que se mire, dirían ellos, a puertas cerradas, claro), sino la concepción moderna y maquiavélica del arte de llegar, acrecentar y mantenerse en el poder. A propósito recuerdo un discurso propagándistico de CK en el día de la bandera (que no recuerdo siquiera si la nombró, pero bue'), decía "la Princesa" de Maquiavelo: "Nos acusan de hacer política económica, yo digo que no hay política sin economía, porque la economía es poder ¿Y qué es la política sino la búsqueda de poder?" Clarito. La política no está al servicio del Bien Común, y la economía no está al servicio de la política, más bien la política está al servicio de la economía, que termina siendo el bien, personal. Y la gente la aplaudió.

Una vez, muy jovencito, leí un libro que se llamaba "Nostalgia del absoluto", de George Steiner, el capo hablaba de cómo el marxismo, la antropología de Lévi- Strauss y el freudismo en su afán de superar el pensamiento religioso caían en el misticismo. Bueno, yo creo que estos tipos (los K's) eran medio míticos: se crearon un sistema cerrado, con un lenguaje propio, una simbología, una liturgia y un salvador. Cómo no van a tener fanáticos.

En todo caso los K' son maquiavélicos, gramscianos y peronistas.  Una buena combinación de la praxis política, desprendida del bien, pero con apariencia de ello. Un mito, pero malo.

Demagogos, inescrupulosos y praxistas. Pero praxistas, eficaces del mal.

- La solución es Macri.

-No.

- ¿Vos no sos macrista? 

-No.

-¿Y qué vas a hacer en las elecciones? 

-Ese es un tema para otro post, tía, pero mirá: yo no como huevos porque me patea el hígado... y por las dudas tampoco como hígado... ¿viste?

-ooooy, Diego...

El discurso social kirchnerista fue muy bueno, fue hasta nacionalista (o pseudo nacionalista), lo malo fue su práctica, su praxismo anticultural y mentiroso. Pero en todo caso hay tanto kirchnerista ciego por la misma razón por la que hay macristas ciegos: el hombre necesita creer; y el error tiene algo de verdad: es verdad que los K' fueron los gobernantes más corruptos de la historia, (y voy a ser vanidoso, pero yo lo decía antes que llegara Lanata, y no solo por los peniques que se afanaron) pero no es verdad que Macri y su Pro sean la salvación. Tema de otro post, tía.

Lo cierto es que el argentino, cansado, necesita creer, pero a su modo: pasional, casi irracionalmente. Somos barrabravas.

Ya lo dijo Newman: "saca la teología de las universidades y otra cátedra ocupara su lugar...", saca a Dios de la patria...

Y bueno, los K' son un mito, caricatura de la Religión.

Bien, más o menos así fue la conversación con mi tía... yo no les tengo odio, les tengo dolor. Me duelen; porque tal vez ahora sean menos, pero de que los hay, los hay...

Güemes y Belgrano -Discurso hecho para niños con el fin de conmemorar la muerte de ambos Generales-


 Estimados (…) alumnos: 

Hoy hemos querido congregarnos todos para celebrar. Las banderas cuelgan de los balcones, los ponchos rojo punzó se lucen sobre 
los hombros de  cientos de criollos, las calles se visten de gala, los poetas y los cantores se alegran y cantan viejas glorias del pasado;  nuestro colegio pone sus mejores banderas y todo parece ser celeste y blanco; si hasta los medios de transporte –taxis y colectivos- parecen decirnos con sus pequeñas banderas y enseñas patrias que hoy, a pesar de las diferencias que tengamos, somos todos salteños y argentinos. El pecho se nos llena de orgullo porque recordamos a dos grandes héroes que siguen vivos y presentes en nuestra memoria y en nuestro corazón.


Héroes sí, héroes de los más grandes que ha dado nuestra patria y quizá la historia universal. Hablamos de Don Martín Miguel de Güemes y Don Manuel Belgrano. Han sido estos hombres de carne y hueso, no han descendido de un mundo de fantasía con vestimenta ajustadas al cuerpo, ni super poderes, ni varas mágicas, ni siquiera con poderosas armas de ensueño; y sin embargo han logrado proezas que pocos imaginan y lamentablemente muchos desconocen. Han logrado que sus nombres quedaran grabados en los libros de historia para siempre y que sus rostros sean retratados innumerables veces y lo han logrado precisamente porque durante su vida no han tenido otro afán que servir a los demás. No han buscado fama ni gloria propia, sino que han querido, aún a costa de mucho sacrificio, servir a la patria que tanto amaban y ahora esta patria tan beneficiada por sus buenas obras les rinde homenaje. 

Güemes fue el hombre que de un montón de gente de campo, gauchos mal alimentados y peor vestidos, pero que tenían un corazón tremendamente generoso, pudo sacar una milicia que atemorizaba a los mejores soldados de Europa. Cuentan las crónicas que los soldados realistas, muchos de ellos veteranos de famosas guerras, que intentaban tomar Buenos Aires pasando por Jujuy y Salta temían salir en partidas, incluso para buscar alimentos, puesto que esas partidas solían volver en muy malas condiciones, o no volvían. Es que estaban en territorio de los gauchos de Güemes, y estos gauchos eran hombres valientes que no soportaban la afrenta verse invadidos. 

Belgrano fue el hombre de leyes, formado en una de las mejores universidades del mundo; destinado al éxito mundano y mercantil; y sin embargo, no duda en ponerse al servicio de la patria cuando ella más lo necesitaba. Fue el abogado que se convirtió en militar y le dio glorias inolvidables al ejército argentino. Y fue ni más ni menos que el creador de nuestra bandera, la enseña que hoy portamos con orgullo, de aquella tela que representa el ser argentino, de ese emblema que vio morir por amor a muchos, muchos héroes de nuestra historia. Esa enseña, niños, representa los colores de la Inmaculada Concepción de María, de la Virgen, de quien Belgrano fuera hijo tierno y ferviente devoto. Fijense bien, porque la bandera lleva los mismos colores que el manto de la Virgen. Hombre humilde si los hubo. 

Ninguno de los dos murió rodeado de pompas ni comodidades, uno (Güemes) murió en el campo, herido por un disparo salido de un soldado enemigo (convirtiéndose en el primer General argentino muerto en una acción militar), el segundo (Belgrano) murió postrado en una cama luego de pagar al médico con su reloj de oro (la única cosa de valor que le quedaba después de haber donado sus sueldos para crear cuatro escuelas, con la ilusión de que los niños argentinos sean estudiosos). 

Estos dos grandes soldados y héroes llegaron a conocerse y con el tiempo trabaron una amistad fundamentada en el amor que ambos tenían por la patria; y ese amor se hizo contagioso. 

Cuenta don Leopoldo Lugones en su libro " la Guerra Gaucha", que una partida de gauchos que habían combatido con don Martín Miguel de Güemes venían entristecidos porque habían sido derrotados en un entrevero. Y estaban al pie de un precipicio, angustiados, no tanto por la derrota física que la sentían en el cuerpo, sino porque habían perdido la bandera. La bandera se les había caído al fondo de la quebrada, y veían en penumbras, entre sombras, como la tacuara, que hacía de improvisado mástil, se había quebrado. Se miraban todos y miraban a la bandera rota, y el jefe dijo: "sin bandera no podemos seguir, porque sin estandarte no se puede pelear". Y entonces le ordena a uno de los gauchos que baje al fondo de la quebrada, que recupere la bandera. Bajar al fondo de la quebrada significaba el dolor, la herida, tal vez la mutilación, quizá la muerte. Pero el gaucho no vaciló y rotoso como estaba, se lanzó al fondo del precipicio, y cuando llega con su puño toma la tacuara quebrada, la une, hace tremolar el estandarte, y grita espontáneamente :¡Viva la Patria! y desde arriba los gauchos reciben el eco, el eco lejano pero claro y le contestan a grito diciendo :¡Viva!. Cuenta Lugones que la partida hasta entonces contrita y apenada, se transfiguró en un centello de gloria en los rostros de esos hombres curtidos y veteranos de cien combates. Y con el grito, todavía fresco en los labios, y con la imagen de la bandera unida en la tacuara se dispusieron a seguir luchando.

Esta historia puede o no ser cierta, pero sin duda no podría haberse llevado a cabo tan grande proeza en la defensa de la soberanía de no haber existido tal amor por nuestra enseña. 

Hoy muchos de uds. van a jurar la bandera. Deben sentirse tremendamente orgulloso de esto porque van a compartir algo con esos héroes que celebramos. Ellos también fueron niños como ustedes; y ya desde entonces se preparaban para ser hombres de bien. Tanto Güemes como Belgrano han sido grandes jefes, pero una vez me decía un gran amigo mío, que es muy sabio: “No sabe mandar quien antes no ha aprendido a obedecer”. Por lo tanto ellos también debieron ser jóvenes disciplinados y obedientes; han sido educados en la fe, han aprendido a ser humildes, han recibido y hecho fructificar un patriotismo hecho virtud desde pequeños. El héroe no se hace en un día, es una tarea larga, pero a la vez linda y provechosa ¿Y quién es el héroe? Héroe es quien hace lo que debe hacer, en el momento que lo debe hacer y de la mejor manera que lo puede hacer, siempre. Sean cosas lindas o  sean cosas aburridas, como ordenar bien mi cuarto, hacer bien la tarea, hacer caso a mi padres, SIEMPRE. Con el tiempo quizá también sea reconocido, como lo fueron Don Martín Miguel y Don Manuel Belgrano. Héroes que se prepararon desde muy jovencitos.

¿Alguna vez vieron un héroe cobarde o desobediente? No creo que los haya. 

Los felicitamos queridos alumnos y los instamos a ser buenos, obedientes, humildes, esforzados, alegres y esperanzados. Buenos hijos de Dios y de la Virgen, cuyo manto nos representa. 

La Patria todavía necesita héroes. Alumno: en ti la Patria espera.


 

lunes, 13 de junio de 2016

Súplica al hombre moderno

"Saturno" de Rubens
Saturno (Cronos en la mito-
logía griega) devoraba a sus
hijos. Gailleo pensó que Saturno
era una conjunción de 3 estrellas
Así lo pinta Rubens.
La propia diagnosis a veces me despierta una lastimera y empática intuición, que me da por compartir con los míos: Cuando veo al moderno hombre de negocios, que se ve forzado a pasar largas horas fuera del hogar y fuera de sí para mantener cerrado el vicioso círculo de trabajar para vivir y vivir para trabajar; Cuando veo al elegante esclavo del tiempo forzado a negar el ocio y a mantenerse cegado al entorno como buey que aún debe trillar, me dan tiernamente ganas de decirle lo que desde la fatigosa empatía puedo atisbar: quién en furioso raid desértico detiene cada tanto la marcha en busca del surgente que aplaca su sed, no pierde tiempo, salva la vida, que mire: Cronos hambriento pretende devorar.
Por un dichoso instante nos es crítico escapar del tiempo, situarnos en la eternidad, acuciante necesidad: Llegue a casa, quede en silencio, lea poesía, vea poesía, haga poesía.
La Belleza va a salvar el mundo, sea salvo también.
Cuando en dialogada introspección veo al hombre moderno me entran ganas de decirle lo que le dije. Porque aunque en la polvareda del raid no me dé la hora, tal vez, tal vez, al caer de la tarde atienda mi consejo... que es súplica y no presunción.

viernes, 10 de junio de 2016

Una mano en el bolsillo

En la noche bella pero fria, en el barrio Tres Cerritos, salía pensando en nimiedades que ganaban mi preocupación; iba camino al auto (que está sucio y tengo que llevar al lavadero, con las cubiertas gastadas y que tengo que comprar... pero al auto en fin, y que además es casi nuevo). El paso era apurado, decidido, ciego... Cuando lo ví. Entre las sombras que la arboleda hace a los faroles de la calle; estaba abrigado de tan solo una remera y un viejo, viejo, pantalón de vestir, quizá casi tan viejo como sus zapatos; asomado sobre el tacho de basura, buscando entre los desechos de la sociedad algo que pudiera serle útil para comer o vender (para poder comer, claro). Ese era su lugar, circunstancial, involuntario, pero su lugar. Tenía otras bolsas grandes y vacías, para guardar los desechos de las bolsas que él rompía ¿no es cuestión de ensuciar, vio? Porque ¿Qué culpa tienen los vecinos de su hambruna, no? Tenía hambre, seguramente frío; y también tiempo para preocuparse de los demás, del barrio, de los vecinos. Rompía una bolsa, tomaba lo que le servía, el resto iba a las bolsas nuevas.
Debo confesar que una profunda vergüenza y compasión se apoderó de mi alma, vergüenza de mí, compasión de ambos. Subí al auto y recé acongojado un avemaría; avemaría retadora, miré el asiento de atrás, metí la mano a los bolsillos, tomé lo que tenía y bajando del auto caminé directamente a su persona, y al ponerme frente a él:
-maestro.
-Sí, señor -responde mirando desde abajo (para entonces estaba de cuclillas, guardando la basura de los otros, que no servía ni para él)-
Le estreché fuertemente la mano (y entre la suya la mía parecía la de un niño, que nunca jamás ha trabajado de verdad) y con ella le dejé algo, que no es todo, que no es suficiente, que no es la solución... y le dije:
-Le puede servir.
-GRACIAS. - Escueto, sincero. Desde abajo.-
Quisiera tomarte de la mano, ponerte de pie y que de frente me retes, por mi tremenda cobardía. Que me enseñes de la vida, porque después de todo...
¿Qué hice yo para merecer lo que tengo? ¿Que hago yo para ser digno de tus "gracias"? Una mano en el bolsillo...

miércoles, 8 de junio de 2016

MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES 17 de junio -Discurso-


VIDEO DEL DISCURSO (link)

DISCURSO ESCRITO (link)

DISCURSO 17 DE JUNIO (A° del fallecimiento del Gral. Martín Miguel de Güemes)

Güemes a Belgrano en una carta:

  "Hace Ud. Muy bien en reírse de los doctores; sus vocinglerías se las lleva el viento. Mis afanes y desvelos no tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos. Así pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que deben esperar los patriotas".


Señor Rector, Profesores, Prefectos, cuerpo no docente, padres, alumnos:

Apenas tres días faltaban para cumplirse un año de la muerte del General Belgrano, uno de los hombres más preclaros, obstinados y valientes que diera la historia de la patria, cuando otro hombre de talla similar,  el General Güemes, partiera a su encuentro. No baste recordar sus enormes proezas, sus logros memorables, sus triunfantes peripecias y gloriosas astucias; es verdad que aún no se ha dicho lo suficiente acerca de ellas, y no se ha dicho lo suficiente digo, porque aún no son conocidas como deben por el argentino medio, heredero de sus desvelos.
Queremos hablar de ellas, no nos confundamos, pero el tiempo -como el olvido de las glorias pasadas- es tirano. Hoy queremos recordar a los hombres detrás de las leyendas. Queremos por un momento dejar de lado al retrato del héroe montado en fabuloso corcel mirando al horizonte o marcando el destino de las almas; queremos ver al hombre, no para desmentir al héroe como lo haría el “psicoanálisis histórico” de moda, sino para valorarlo, para admirarlo y para imitarlo. Ese es nuestro propósito.
Por un momento, decía, queremos dejar de lado al hombre de la gloriosa estampa, para mostrar al hombre débil de la heroica renuncia. Baste a nuestra meta el ver la muerte, alguno dirá afrentosa, de estos hombres de bien.

El uno, Don Manuel Belgrano, partiendo de este mundo un 20 de junio de 1820. El hombre de leyes, formado en una de las mejores universidades del mundo; destinado al éxito mundano y mercantil y que, sin embargo, no teme ni duda en acudir al llamado de la patria cuando ésta lo demanda. El hombre trocado ahora en exitoso estadista y glorioso militar, muere joven y enfermo, cansado de tanto trecho, después de pagar al médico con un reloj de oro (lo único de valor que le quedaba, luego de donar sus sueldos para la construcción de cuatro escuelas).

El otro, don Martín Miguel de la Mata Güemes, el hombre aristocrático y campero al mismo tiempo, el hombre de sociedad y de las faenas, el oficial del ejército y el capataz de campo. El que dejara grabado su nombre en los anales de la historia muere en el monte, herido y acompañado solo de sus hombres de armas: quisiera yo transcribirles el conmovedor relato que de esta muerte hace el Ing. Guillermo Solá:
Después de contarnos cómo después de rechazar Güemes por primera vez un Parlamento que le ofrecía honores y todo lo pertinente para su salud y curación  dice el Ing.:

“Olañeta no desesperó por esto y quiso tentar por última vez la entereza del noble patriota, y trató de seducirlo, sin llevar escarmiento por el fracaso más de una vez ocurrido ya en el empleo de este vil resorte. Para tanto, envióle enseguida un nuevo parlamento, prometiéndole “garantías, honores, empleos y cuanto quisiere, siempre que él y sus tropas rindieran las armas al rey de España””.
“Los parlamentarios llegaron nuevamente a su lecho. Güemes escuchó con calma la proposición, y terminada ésta, incorporándose levantó en alto la voz y con marcial expresión exclamó, dirigiéndose a su segundo en el ejército: “¡Coronel Vidt! ¡Tome usted el mando de las tropas y marche inmediatamente a poner sitio a la ciudad, y no me descanse hasta no arrojar fuera de la patria al enemigo! Y volviéndose al parlamentario: “Señor oficial –le dijo, arrojándolo con un ademán de su presencia- está usted despachado”.

Quebrada de la Horqueta: domingo, 17 de junio de 1821. La gravedad de la herida no le concede prórroga: recostado en un improvisado catre, en la intemperie del monte, miró por última vez aquel paisaje. Y a su gente. Los brazos del amigo y capellán Francisco Fernández sostienen por los hombros al Héroe Argentino… su cabeza ya se apoya en el pecho del sacerdote.

Muere Martín Miguel de Güemes, treinta y seis años, Gobernador de Salta, General de la Nación…
… entre el espinudo monte del lugar, oficiales y gauchos no hallan consuelo…”

No ha sido su muerte ostentosa ni estuvo rodeado de pompas, en cálidos palacetes, ni con los honores de desfiles ni trompetas; fue una muerte digna de hombres de talante inquebrantables, fue una muerte austera, como lo fuera su propia vida. Los hombres de hoy dirían: muerte sin valor alguno. Eso dirían algunos, esos pobres hombres víctimas de nuestro tiempo que no han conocido el valor de la renuncia. Que no conocen en carne propia la forja de virtudes, descreídos de la existencia o del valor de estas, no conciben la austeridad como una virtud a conquistar. Y mucho menos valoran a quienes la han conquistado. No reconocen el valor de “la pobreza”, como dirían ellos; acostumbrados a los placeres exacerbados y pasajeros –cada vez más pasajeros- de las comodidades modernas no conciben que existan o hayan existido hombres de honor inquebrantables que hayan rechazado enriquecerse con la posibilidad histórica- política que se les ofrecía, alzando la mirada sobre un ideal mil veces superior. Estos hombres, se han acostumbrado al descanso.

Tal vez (siendo concesivo en el “tal vez”) no sea casualidad que en 1820 muera Belgrano, en 1821 falleciera Güemes y contemporáneo haya vivido  San Martín, nuestros mayores próceres; amigos entre sí, poco tiempo después también aparecerá en escena don Juan Manuel de Rosas. No creemos que sean casualidades que un tiempo tan corto diera los hombres más gloriosos de la historia de una Nación.

Vivieron en un tiempo y en un espacio en que las cosas no se presentaban fáciles, en una patria que demandaba el pecho viril de hombres bien preparados que estuviesen dispuestos a enhorquetarse en un potro, pasando frío, hambres y fatigas, por terrenos diversos; secos, húmedos, fríos, calurosos, polvorientos y no tanto, entre bosques espinudos o matas impenetrables hasta las piedras cortantes y el cardo solitario de tierras desiertas. Donde su hombría sea puesta a prueba, donde la debilidad y la cobardía dieran paso al pecho fraterno y viril.

Los que rehúsan las dificultades suelen rechazar también a quienes las enfrentan como si desconocieran que en “en medio de la miseria se hacen grandes cosas, y en medio de la abundancia, solo porquerías sin jugo.” – como bien decía el genial Papini-.
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Pero he aquí que nuestra patria aún reclama acciones gloriosas. He aquí las dificultades de nuestro tiempo. Allende el tiempo dio grandes y muchos hombres de gloriosa memoria, ustedes conocen sus nombres, “jóvenes en quienes el tiempo no ha marchitado aún los impulsos de la humana naturaleza”, estampados han quedado desafiando las edades la memoria de sus varoniles virtudes, memoria de una generación robusta y comprometida.  En ellos y en especial en la figura de sus pobrezas y sus debilidades se mostraba más aún su virtud, por eso es difícil separar al hombre débil del héroe en esos momentos de dificultad, pues  es precisamente ahí donde el hombre deja paso a lo mejor de sí, y el heroísmo salta a la vista. Tal es así  que sin miedo podríamos aplicarles aquella frase de San Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte.”

Pero he aquí decía, que en nuestros tiempos la patria reclama en gritos desangrados a nuevos salvadores. La Providencia dispuso hombres del tamaño de Güemes y de Belgrano en sus tiempos. Los nuestros también reclaman hombres (varones y mujeres) valientes y preparados, el campo de batalla no es el mismo pero la dificultad es tanto o mayor que aquella.

“No queremos el descanso” decía un gran hombre de ideas y de obras en la España moderna. Nosotros tampoco, hasta que el descanso nos encuentre como debe encontrarnos, entonces y solo entonces podremos decir: “Bonum certamen certavi” (“He combatido el buen combate”).
Que el ejemplo de nuestros héroes nos arrojen a la acción y la oración de nuestros santos interceda por nosotros. Que el manto de la Inmaculada Virgen, que tenemos por bandera nos cobije y nos proteja. Que el amor tierno y viril a nuestra Madre del Cielo nos asemeje más aún a nuestros héroes, y que su ejemplo no nos permita desfallecer ante la dificultad o ante la comodidad de nuestros tiempos.

HE AQUÍ LOS HOMBRES QUE LA PROVIDENCIA DISPUSO PARA EL HOY, Dios los bendiga.
Y ustedes hagan lo que tengan que hacer.