viernes, 16 de noviembre de 2018

A un mes de su desaparición... MEMORIA DEL SAN JUAN para mis alumnos que egresan


“Militia est vita hominis super terram” reza el libro de Job, Milicia es la vida del hombre sobre la tierra. Y si milicia es nuestra vida, somos esencialmente soldados, hombres que combaten, día a día, minuto a minuto de nuestra existencia. Luchamos instintivamente contra el desenlace fatal de nuestra vida terrena, que es la muerte –nos resistimos a morir, la muerte no nos pertenece-. Luchamos para ganar el pan que asegura nuestra subsistencia, luchamos por evitar el dolor, por escapar de un sufrimiento, por el reconocimiento, otros por la gloria… tal vez alguno por el dinero, la fama, el poder… que tanto cuesta obtenerlo… somos luchadores, soldados, y nuestra vida es milicia… y hay quienes luchan soportando un dolor, acaparando sufrimientos, pasando hambre y desnudez, como la haría una abnegada madre que todo lo sacrifica por los hijos ¡vaya, que esa es una lucha superadora! … pero… ¿habrá quien luche, aceptando amorosamente dolores, hambre, fríos, fatigas por hijos que no son los propios? ¿Por propiedades que no le son privadas y glorias que no serán las suyas? ¿Hay quien sufra por un amor que a menudo no le corresponde? ¿Quién jure protección a sabiendas de sufrimiento y a sabiendas que puede terminar en muerte? ¿Habrá quién lleve esa carga sin exigir derechos y aun recibiendo oprobios que no le corresponden? ¿Habrá quién jure hacer justicia aun cuando la justicia no lo cubra? ¿Habrá hombres que luchen la lucha de otros hombres con el rostro erguido y el pecho inflamado? Sí, todos somos soldados, pero… ¿Habrán soldados que se sacrifiquen amando el sacrificio? Eso, pareciera ser cosa de profesionales.

Helos ahí, los que no vemos, los que pasan entre tantos hombres, uniformados, formados como uno, sin destacarse de sus compañeros, que son hermanos. Helos ahí, los que sacrifican todo, su confort, su familia, su tiempo y hasta su individualidad. Para eso han sido formados, y no renuncian a su juramento, un juramento de vida y de muerte por aquellos que no los vemos. Dejan su paz para que estemos tranquilos, pasan hambre para que no nos roben el pan, dejan su familia para proteger la nuestra. Son los que no luchan tanto por su vida, como sí por la vida de la Patria, que agoniza. Son los que se preparan para la guerra, para que no tengamos que vivirla.

Hoy se nos fueron 44. Son simbólicos, pero son reales. Son símbolo de los 44 millones de argentinos, quizá mostrándonos que somos la millonésima parte de lo que estamos llamados a ser. Son 44 paradigmas de amor y sacrificio. Se nos fueron al fondo, bien al fondo, como las semillas que florecen, se nos fueron al fondo, bien al fondo como se planta la picota fundacional sobre la que se alzarán las futuras generaciones; son un símbolo y son una realidad como lo son nuestros hijos y como lo es nuestra identidad fundacional. Son reales como la carne, la sangre, el rubor y la sonrisa de sus rostros, ocultos detrás del uniforme y de la gorra, son reales como sus historias y reales como los ojos que los lloran. Nuestros paradigmas, nuestros 44 soldados no son solo una desgracia, son nuestro futuro, que debe florecer de esta semilla.

Nuestro futuro de grandeza, que empieza desde abajo. Hasta abajo han llegado, porque hasta abajo los hemos enviado, pero como el fuego, desde abajo entibiarán una Argentina que se enfría. No han eludido su destino, que podría haber sido mejor. No eludamos el nuestro, que debe ser mejor.
Nuestros símbolos de carne y hueso fueron a defender nuestros mares, en una silenciosa guerra cotidiana, que no se ve. Allá fueron y allá lo están haciendo. Fueron ellos y fuimos nosotros, porque una guerra no la gana un ejército, la gana un pueblo… y también la pierde; Mansilla decía al combatir a la gigantesca flota anglo francesa:

"¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis...! ¡Considerad el tamaño insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un rio que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos! Pero se engañan esos miserables. ¡Aquí no lo serán! ... ¿No es verdad, camaradas? ¡Vamos a probarlo!... (…)

¡Mueran los enemigos!... ¡Trémole en el río Paraná y en sus costas el pabellón azul y blanco y vamos a morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!"

Los hombres de Mansilla no han muerto, nuestros 44 no han muerto. Están vivos, los vemos. Aquí están.

Milicia es la vida del hombre sobre la tierra alumnos, quisimos enseñarles a combatir. Háganlo, en esta patria pasajera, hasta llegar a la Eterna... a decir, como dijo san Pablo: "Bonun certamen certavi": He fcombatido el buen combate.

Gracias.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario