Hoy en todo el territorio nacional se celebra el
día de la Tradición, es preciso hablar de tres cosas para comprender mejor la
naturaleza de esta celebración:
1° ¿Qué es Tradición?
2° ¿Por qué la celebramos en este día?
3° ¿Por qué es preciso celebrarla?
¿Qué es Tradición?
Como todo buen análisis para definir a una cosa
primero es preciso acercarse a lo que nos dice su nombre. “Tradición”, y los
profesores de latín podrán corregirme si me equivoco, viene de “traditio,
traditionis”, que significa: enseñanza o transmisión. Proviene del verbo
“tradere”: “entregar”, compuesto a su vez por el prefijo “trans-” : “más
alla, de un lado a otro” y el verbo “do, das, dare” : “dar”. Tradición en su
análisis etimológico es, más o menos: dar o entregar de un lugar a otro” y
semánticamente: lo que se entrega de una generación a otra.
Ahora, a un problema de gran tamaño podemos
enfrentarnos si entendemos la tradición solo como aquello que hemos recibido de
las generaciones pasadas; eso nos dirá su análisis nominal, ¡pero para entender
bien la Tradición tendremos que entender su naturaleza misma! Porque digo, de
repente yo de mis padres puedo heredar tanto la fe como una fiebre tifoidea[1],
sin embargo la fiebre tifoidea no puede ser tradición, y si lo fuera no puedo
celebrarla. La tradición no es todo lo que yo recibo de mis mayores, sino más
bien lo que hay de valioso y aprovechable en eso.
Tradición no es conservar todo, sin discriminar
entre lo realmente bueno y lo malo, tradición es llevar y transmitir lo que
merece ser conservado. Mire, yo tenía un profesor que decía que solo puede
progresar un pueblo que conserva lo que tiene que conservar. Imagine usted un
gran árbol que tiene que tener una gran copa, pero que no ha echado raíces;
¡pobre árbol! primero difícilmente alcance a desarrollar la gran copa, y si la
desarrolla… se va a desmoronar con el primer viento y es que ha perdido las
bases, el fundamento para poder crecer…
Ahora imagine un árbol que solo se queda en las
raíces, así: pequeño, rasante el suelo… no cumple con su destino, que son las
alturas, un árbol enano no es árbol, o por lo menos no es un árbol pleno; que
me disculpen los cultores del bonsaísmo. Por eso aquella frase que se le
atribuye al Gral. San Martín: “Serás lo que debas ser, o no serás nada.” Y que
por otro lado, se encuentra de manera muy parecida en el escudo nobiliario de
su familia. Es decir, aquello San Martín no lo inventó, lo heredó.
La Tradición tiene entonces mucho que ver con lo
que soy. Y lo que soy es lo que he recibido y lo que yo hago con lo que he
recibido.
Mire para entender mejor la cosa: la tradición tiene dos vicios opuestos: el
conservadurismo que se limita a guardar todo, como si todo tuviese el mismo
valor; y el progresismo, los
progresistas se olvidan de su patria, de su Dios, de todo lo que no hayan
hecho ellos mismos.
Los conservadores hacen de la patria un museo;
mientras el progresista ve en el pasado, un lastre, un freno para el progreso.
La historia para el conservador es nostalgia dolorosa y sufre en su recuerdo
¿vieron esos que siempre lloran diciendo “ay, en mis tiempos todo era mejor”?
Bueno, ese es el hombre que no sabe reconocer nada bueno en la novedad porque
quedó atascado a una circunstancia histórica particular, la pasada, y no puede
salir de ahí; para el progresista, en cambio, la historia es obstáculo (por eso
intenta eliminarla, despegarse de ella, como si un hijo pudiese, sin eliminarse
a sí mismo, eliminar la sangre de sus padres que corre por sus venas).
Para el tradicionalista la historia
es como un resorte, que al contraerse lo impulsa hacia el futuro.
Por eso algún escritor dijo por allí que la
tradición es la “transmisión del fuego, y no la adoración de las cenizas”.
Mire, las dos ideologías modernas, la socialista y
la liberal se autodenominan “progresistas”, y lo son. Para ambos la tradición
es obstáculo, baste leer a sus pensadores de moda: a Gramsci y a Fukuyama
(correspondientemente) para entenderlo. Para ambos la idea de Nación (y más
precisamente la de patria), y con ella la de familia, y la de religión, como
factores importantísimos en la moral de Occidente, son un obstáculo a superar.
Y es preciso orquestar toda una estructura sustentada desde un esfuerzo
político enorme para desterrar o trastornar estas ideas de la sociedad
política. Revisionismo histórico, leyes que atentan contra la familia,
relativismo moral. Etc…
Yo les daba un ejemplo al principio: un hombre
puede recibir de sus padres una fiebre tifoidea tanto como la fe ¿Cuál de las
dos cosas es preciso cultivar, la fiebre o la fe? ¿Qué es digno de llamarse
tradición?
Para comprender bien lo que es tradición es preciso
hacerse dos preguntas ¿Qué es lo que he recibido? ¿Qué es lo que debo guardar y
transmitir? Para eso es necesario un doble ejercicio de la inteligencia:
descubrir quién soy y quién debo ser (y este “quién debo ser” trae aparejado
otro ejercicio: el de la fineza espiritual e intelectual para descubrir la
verdad y el bien).
Esto me lleva a la segunda pregunta:
¿Por qué celebramos hoy el Día de la
Tradición?
Hace un año les decía yo que cuando el 9 de junio
de 1938 se aprobaba el proyecto de Ley para declarar al 10 de noviembre día de
la Tradición en Argentina, al menos tres verdades se suponían o aprobaban con
ella:
- Reconocer que la Argentina, como Nación, tiene
una identidad que la tipifica.
- Reconocer que era José Hernandez, nacido el 10
de noviembre de 1834, el mejor representante de esa identidad argentina. Y
- Que esa identidad es necesario recordarla y
transmitirla.
No voy a volver a desarrollar lo que dije aquella
vez, pero es preciso recordar un par de cosas:
José Hernández es el mejor representante de la
identidad argentina porque supo entender el paradigma del hombre argentino y
representarlo en nuestro poema nacional: el gaucho Martín Fierro.
Hernández era militar, periodista, escritor y
político argentino que, nacido en Buenos Aires y de noble cuna, alzó la mirada
más allá de la comodidad casera y el bienestar provincial para velar por el
bien de la Nación entera, oponiéndose incluso por las armas, cuando fue
necesario, a la opresión unitaria, que no era, como nos han querido enseñar,
solo un modelo económico ¡no se trataba la lucha entre unitarios y federales
simplemente del control del puerto! Se trataba más bien de darle al país un
modelo, un modo, un estilo de vida. Estaban en pugna dos cosmovisiones de país
muy distintas. La primera, la de los unitarios, era un idea extranjera, y
necesariamente extranjerizante, con mayoría de representatividad porteña y que
tenía puesta la mira en la Francia Revolucionada, en la Inglaterra industrial,
y en los Estados Unidos liberal y masón. La segunda cosmovisión es la de los
federales, un tanto romántica, nacional, con la mirada puesta en los
confederados, en los argentinos de aquel momento, los hombres del campo, la
gente del interior, del corazón de nuestro territorio nacional. Quería
construir una Nación sobre sus cimientos propios, sin tener que derribarlos,
porque, conociéndolos, le parecía valioso. Aunque, hay que decirlo, no todo lo
que el hombre de aquel tiempo era, era valioso.
Los unitarios hoy se denominarían progresistas: es
necesario ser como eran los ingleses, los franceses o los norteamericanos. Para
eso hay que dejar ser como somos: ellos son la civilización, nosotros la
barbarie. ¡Ojo, pudo haber sido verdad! ¡Puede ser que un pueblo sea bárbaro y
haya que civilizarlo! Esto no era lo malo de aquella frase sarmientina. Pero
considerar que el hombre del campo, el gaucho argentino con todo su acervo
cultural e histórico era un bárbaro… es otro cantar. Si consideramos, como lo
consideró Sarmiento, que la sangre del gaucho solo sirve para ser derramada
estamos considerando que lo más profundo, su sangre, que es lo que recibe de
sus padres (en otras palabras) solo es digno de ser arrojado, derramado. De
otro modo no sirve.
¿Y qué había recibido de sus padres, a saber indios
y españoles? Y… cosas buenas… y cosas malas. Las malas son dignas de ser
rechazadas, las buenas de ser recordadas y cultivadas ¿Y cuáles, a grandes
rasgos, son las cosas dignas de ser recordadas?
Del indio, entre otras cosas, su sentido de la
realidad ¿tesis rara la que expongo? Sí, pero ¿quién tenía más contacto con lo
real sino quién convivía cotidianamente con la naturaleza? ¿Quién más
cultivaría la intuición, que no es científica, pero que nos pone de frente en
un encuentro inmediato con las cosas, que aquel que las trata a diario? Baste
recordar las alabanzas que Hernández en boca del gaucho Fierro hace a las
habilidades del indio para domar un potro, conformado con él una simbiosis
admirable. A esa intuición formidable del indio hay que agregarle un cultivo y
educación de la razón. Podríamos también hablar del espíritu indómito y
aventurero que tiene el indio, pero no nos olvidemos que el hidalgo español era
conquistador, incluso más de almas que de territorios. Era también inquieto por
naturaleza.
El español le dio mucho al gaucho, no solo la
lengua y la fe, sino el sentido mismo de patria. Para el gaucho como para el
hombre medieval (España fue el último reservorio del medioevo) la patria era
algo bien concreto: la sangre. Ya sea representada en el Rey o en la familia;
nosotros no teníamos rey, pero sí familia.
No vamos a analizar en el Martín Fierro todos los
valores que allí se plasman, sin embargo, no puedo no ir al menos escuetamente a alguno de sus
versos, en los que se reflejan sus más caros anhelos:
“Es el pobre en su orfandá
De su fortuna el deshecho,
Porque nadie toma a pecho
El defender a su raza:
Debe el gaucho tener casa,
Escuela, iglesia y derechos.”
“Y derechos”, dice, sin especificar, salvo, y en
primer lugar, la casa, síntesis plástica de los valores primarios de su
espíritu: el hogar, la familia, el amor. Y luego, “la escuela” y “la iglesia”, como
prolongaciones inmediatas y necesarias de la casa, del hogar y la familia. Innumerables son los versos en los que Fierro habla
de la familia, y ante su pérdida es cuando surge los sentimientos más duros del
gaucho:
No hallé ni rastro del rancho;
Sólo estaba la tapera.
¡Por Cristo, si aquello era
Pa’ enlutar el corazón!
Y estalla la más violenta expresión de ira de todo
el Poema:
Yo juré en aquella ocasión
Ser más malo que una fiera.
Seguido por el lamento surgido de su corazón
cristiano:
¿Quién no sentirá lo mismo
Cuando ansí padece tanto?
Puedo asigurar que el llanto
Como una mujer largué.
¡Ay, mi Dios si me quedé
Más triste que Jueves Santo!
Ejemplos de amistad, como la de Fierro con Cruz, de
caballerosidad como con la madre que pierde a su hijo, de piedad como cuando
vuelve para enterrar al negro que asesinó y otros podemos encontrar de a
muchos. Pero los que hacen a la familia, creo que yo, son los que abundan.
Fierro no se consideraba indio, a quien trata de
manera muy severa, por ser estos “salvajes” y ”blasfemos”; tampoco se
consideraba europeo “que no saben siquiera atracar un pingo”. El es gaucho…
Y entiéndanlo –dice- para mí la tierra es chica y pudiera ser mayor ni
la víbora me pica, ni me quema mi frente el sol.
Este es el paradigma que se toma, el del gaucho, y
por eso se celebra el día de la Tradición el día que fallece José Hernández,
aquel que mejor lo ha interpretado, con sus vicios y virtudes.
¿Por qué es necesario celebrar el Día
de la Tradición?
Yo les hago otra pregunta ¿Cómo podemos llegar a
ser lo que tenemos que ser si ni siquiera sabemos lo que somos? ¿Cómo vamos a
cumplir con nuestro destino como Nación, aquel que Dios pensó desde el
Principio, si ni siquiera podemos darle una identidad a nuestra Nación?
No conocemos nuestra historia, no conocemos nuestros héroes, no conocemos
nuestros paradigmas.
Entonces vienen quienes tras la consigna de la
“Revolución cultural”, que es una doctrina que existe y que se está aplicando
con mucho éxito en América Latina y sobre todo en nuestra patria, derriban
nuestros monumentos, olvidan a nuestros héroes, los castigan, los someten a
situaciones denigrantes, mientras premian a hombres inmorales, mentirosos y
traidores.
Y junto a su amigo –enemigo el liberalismo y su tan
mentado Nuevo Orden Mundial quieren comprarnos proponiendo otros modelos, que
colocan como un seductor paradigma: el hombre ligth, el de la moral laxa, el de
la praxis absoluta y el sofista habilidoso, los hombres que no respetan a la
mujer ni hacen de los más débiles una causa; o el modelo más duro de la
nueva izquierda progresista:, que traicionan a sus pares, que atacan a la
familia, que atentan contra sus hijos y contra la fe de sus mayores:
Es para él como un juguete
Escupir un crucifijo
Pienso que Dios los maldijo
Y ansina el ñudo desato,
El indio, el cerdo y el gato
Redaman la sangre del hijo.
Se me ocurre pensar en las mujeres que piden
abortos, mientras queman crucifijos y alguna imagen de la Virgen, bendita entre
las mujeres
Odia de muerte al cristiano,
hace guerra sin cuartel;
para matar es sin yel,
es fiero de condición;
nogolpia la compasión
en el pecho del infiel.
La heroicidad de Fierro radica en su capacidad para
soportar el dolor, y en la fuerza para combatirlo. He ahí lo que tenemos que
aprender y conservar[2]. Ahí está el llamado a la heroicidad puede hablar del
fuego, bonito y durante horas, pero eso no enciende a nadie; hay hacerse de
fuego del fuego sagrado, tomar las lámparas votivas y abrasarse en ellas para
convertirse en llamas olímpicas que es preciso pasar.
El “tradere” va íntimamente ligado al “conditor” que significa “fundar”, pero
que también quiere decir enterrar bien profundo. Esta patria tiene una cultura
fundante, solo podrá mantenerse en pie en la medida en que sus pilares, sus
fundamentos, sigan bien firmes, enterrados bajo tierra, como las raíces del
árbol más coposo se encuentran bien
profundas y fuertes. Cuando el árbol anda perdiendo las hojas, habría
que revisar si no se han descuidado las raíces. El que desconoce sus raíces es
como el hombre que por querer pertenecer a otra familia reniega de la suya
hasta al punto de querer renunciar a los mismos huesos y a la misma sangre que
le viene de los padres. Recuerda que eras lo que eres gracias a los que te
precedieron, pero que tus hijos serán lo que tengan que ser gracias a ti.
Padres: sigan bendiciendo a sus hijos por la noche como lo hacían sus abuelos, no importa el cansancio, la falta de tiempo; hijos: esfuércense en imitar aquello de bueno que hay en sus padres, no importa lo que el temperamento adolescentón y rebelde les susurre al oído. Eso es Tradición. Gobernantes: sepan que olvidar lo que somos nos deja al intemperie de las decisiones arbitrarías de situaciones coyunturales por desconocer lo que somos y lo que estamos llamados a ser.
Amen, que
nuestra patria se ha hecho con amor. Sean como Hernández: soldados y poetas,
pues ¿acaso el hombre, insaciable buscador del bien y la belleza, puede aspirar
a más que eso? Pues ni el patriotismo ni la santidad son posibles sin estos
condimentos. Sepan buscar la belleza y luchen hasta alcanzarla. Si lo hacen
dibujaran una gran sonrisa en el rostro de las viejas generaciones, y estos
actos serán más que simples anécdotas.
“Mas Dios ha de permitir
Que esto llegue a mejorar;
Pero se ha de recordar,
Para hacer bien el trabajo,
Que el fuego, pa calentar,
Debe ir siempre por debajo.”
La patria sigue teniendo héroes, y algunos son
cruelmente olvidados. Tiene héroes ¡Y aún necesita otros nuevos! No hay mejores
tiempos para ser tradicionales. Dios nos bendiga.
MUCHAS GRACIAS.-
[1] “Cuando los franceses festejan el 14 de julio
me recuerdan a un hombre que festejara el aniversario del día que atrapara una
tifoidea.” Jaques Bainville, citado por Castellani, en “Seis ensayos y tres
cartas."
[2] “Jean de Viguerie, uno de los pensadores
franceses más agudos de la actualidad, no temió afirmar la existencia de “dos
patrias”, una la tradicional, la otra posterior a la Revolución,
totalmente distintas.” Alfredo Saenz, “La nave y las tempestades”, la
Revolución Francesa, segunda parte, pg 13. Como sea, tanto el Nuevo Orden
Mundial como la Revolución cultural, de moda en nuestros pagos tienen el mismo
propósito.
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