“La historia no está así escrita de antemano y toda la historia es como una espléndida sinfonía en la cual Dios, amo de la historia, es un músico y la misma historia es esa inmensa sinfonía; este músico inefable conduce la historia y es a la contemplación adonde nos conduce.” (cfr. Henri Irene Marrou)
El día 22 de noviembre se celebra el Día de música en honor a Santa Cecilia, mártir. Nos parece una iniciativa excelente la de celebrar un día de la música, y nos parece también oportuno que se la celebre en el día de una santa.
Es una gran iniciativa celebrar la música, pues con música celebramos toda ocasión de alegría, con música alegramos el corazón y aliviamos también alguna pena. ¿Cómo no celebrar la música si con ella expresamos nuestros más caros sentimientos y aún nuestros pensamientos más complejos, incluso mejor que lo hacen nuestras palabras?
Podríamos decir temerariamente: dime qué escuchás y te diré cómo sientes, te diré qué piensas y hasta qué tan cultivado es tu espíritu. Hazme oír música de tu pueblo y lo voy a describir. La música nos identifica. La hay para momentos alegres, para días nublados, para alentar en una cancha e incluso para recordar una batalla.
La música está presente en toda nuestra vida, y valga decir más: nuestra vida misma es música. El Universo lo es. La música es primariamente armonía, una melodía es armonía de sonidos en el tiempo… pero música también es un término que se ha utilizado para expresar el arte en general, que valga decir provenía de la inspiración de las musas, de allí el nombre de música.
La música se extiende a todo arte, y a la vez el arte puede extenderse a todo el universo, y es que el cosmos es orden, armonía, belleza ¿acaso no es armoniosa la variación de los días y las noches? ¿no es música el paso desde el verano al invierno? ¿No son ordenadas las estaciones del año a las que Vivaldi mismo le dedica una Obra, o mejor dicho las representa en notas sonantes? ¿No es música el árbol elevando siempre, o casi siempre, su copa al sol y enterrando sus raíces buscando minerales? ¿no es música la araña tejiendo su tela y el hornero batiendo las alas? ¿No es música aquellos colores y el viento que acaricia a los cerros?
Es verdad que hay tonos disonantes, los hay. Una enfermedad me suena a desafinación, la muerte es un ruido extraño, mis pequeñas desilusiones cotidianas son notas disonantes, rompen la armonía. O incluso tengo la sensación de que yo mismo soy el que no encajo en el todo. Pero fíjese: incluso con ellas podemos hacer una nueva melodía, recuerdo una película, se llama Crescendo, en ella la actriz principal decía lo siguiente: “las notas discordantes arruinan la sinfonía, como en un piano, si está desafinado, es inservible, las notas discordantes arruinan la sinfonía A MENOS que acojamos esa nota discordante y la utilicemos para usar una nueva sinfonía.”
El dolor, la enfermedad, la muerte, todo puede ser bien usado. Al respecto decía Borges que todo era “arcilla para su arte”, me permito citarlo, antes de terminar, aunque sea un poco largo; aquel día hablaba de la ceguera, su propia ceguera, y decía esto:
"La ceguera es un modo de vida (...), que no es totalmente malo, totalmente perverso, recordemos ahora los versos del mayor poeta español, de Fr. Luis de León:
"Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo."
Vivir sin odio es fácil (...) -continuaba Borges-, pero vivir sin amor es felizmente imposible para cada uno de nosotros (...) y si aceptamos que en el bien del cielo puede estar la sombra, entonces ¿quién vive más consigo mismo, quién puede explorarse más, quién puede conocerse más asimismo, según la sentencia socrática, que un ciego? (...) Forzosamente tiene que pasar horas de soledad, y para un escritor esto no es malo, el escritor vive la tarea de ser poeta, y no es tarea que se cumple con un determinado horario. Nadie es poeta de ocho a doce y de dos a seis, quien es poeta es poeta continuamente, se ve asaltado continuamente por la poesía, del mismo modo que un pintor, creo yo, siente que las formas y los colores están asediándolo, como el músico siente que el mundo de los sonidos, el mundo más extraño del arte, está buscándolo siempre, que hay melodías, y porque no discordias también, que lo buscan. Por esa tarea, para la tarea del arte, la ceguera no es del todo una desdicha, es una herramienta. Desde luego, para un escritor, o para todo hombre, todo lo que le ocurre es un instrumento, todas las cosas le han sido dadas por un fin, y esto tiene que ser más fuerte en el caso de un artista (..)todo lo que le pasa: incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras... todo le ha sido dado como arcilla como instrumento para su arte (...) Por eso yo hablé en un poema del antiguo alimento de los héroes, la humillación, la desdicha, la discordia, todo eso nos ha sido dado para que hagamos (...) cosas eternas, que quieren ser eternas (...). Todo eso me hace pensar que su desdicha no es desdicha total."
¿Quién puede entender mejor esto que una santa, y una santa capaz de dar la vida en testimonio de su fe? Si el cristiano es el más capacitado para descubrir la belleza del cosmos, su orden y su designios ¿no es también el más preparado para ver aún en las notas discordantes rastros de bien? Y es que en toda la creación se hallan vestigios del Creador…
Decía Chesterton: “El asombro tiene un positivo elemento de alabanza. (…).
Sentí en mis huesos, primero, que este mundo no se explica a sí mismo...
Segundo, llegué a sentir que la magia tenía un significado, y un significado debe tener alguien que lo signifique. En el mundo, había algo personal como una obra de arte. Lo que significara aquello, lo significaba violentamente.”
Y también dijo Pieper:
“Tales certezas significan fundamentalmente una sola cosa, siempre la misma: el mundo está en su sitio, todo llega a su meta; a pesar de todo, en el fondo de las cosas, hay paz, salvación y gloria; nada ni nadie está perdido, (…).
De este tipo de contemplación del mundo creado se alimenta incesantemente toda verdadera poesía y todo auténtico arte, cuya esencia es ser alabanza, loa, más allá de todo lamento. Y nadie que no sea capaz de esa contemplación puede componer de manera poética, esto es, de la única manera que tiene sentido. El carácter incesante del arte musical, su condición de necesario para la vida del hombre, reside, sobre todo, en que, a través de él, la contemplación de la creación se sustrae al olvido y permanece vigente.”
Quien así ve el mundo, ¿no verá también en lo discordante una oportunidad? Le basta tan solo mirar al Dios crucificado, el más bello de los hombres alcanza su plenitud desfigurado. Parece una paradoja y no lo es: ahora lo deforme y lo discorde es oportunidad.
Santa Cecilia hizo de su muerte un hermoso canto de alabanza; y su vida, sin haber entrado en cadencia, sino acallada violentamente, es puerta al coro de los ángeles…
¿Recuerdan a los jóvenes caldeos que son capaces de cantar y bailar en el horno ardiente? De ese modo imagino a Santa Cecilia, quien también cantaba a Dios en sus angustias. Todo es motivo de alabanza.
Por último quiero recordar otra película, August Rush, el personaje principal cierra diciendo: “Escucha. ¿La oyes? La música. Yo la oigo en todas partes. En el viento, en el aire, en la luz. Está por todas partes. Todo lo que tienes que hacer es abrirte. Todo lo que tienes que hacer es escuchar.”
La vida es música, escuchá, cantá, bailá. Pero esperá; que hay un lugar en donde las discordias ya no existen; por eso le pidamos a santa Cecilia que nos susurre en sueños un cántico celestial, que nos haga -a todos- nostálgicos del Paraíso.
“La historia no está así escrita de antemano y toda la historia es como una espléndida sinfonía en la cual Dios, amo de la historia, es un músico y la misma historia es esa inmensa sinfonía; este músico inefable conduce la historia y es a la contemplación adonde nos conduce.” (cfr. Henri Irene Marrou)
El día 22 de noviembre se celebra el Día de música en honor a Santa Cecilia, mártir. Nos parece una iniciativa excelente la de celebrar un día de la música, y nos parece también oportuno que se la celebre en el día de una santa.
Es una gran iniciativa celebrar la música, pues con música celebramos toda ocasión de alegría, con música alegramos el corazón y aliviamos también alguna pena. ¿Cómo no celebrar la música si con ella expresamos nuestros más caros sentimientos y aún nuestros pensamientos más complejos, incluso mejor que lo hacen nuestras palabras?
Podríamos decir temerariamente: dime qué escuchás y te diré cómo sientes, te diré qué piensas y hasta qué tan cultivado es tu espíritu. Hazme oír música de tu pueblo y lo voy a describir. La música nos identifica. La hay para momentos alegres, para días nublados, para alentar en una cancha e incluso para recordar una batalla.
La música está presente en toda nuestra vida, y valga decir más: nuestra vida misma es música. El Universo lo es. La música es primariamente armonía, una melodía es armonía de sonidos en el tiempo… pero música también es un término que se ha utilizado para expresar el arte en general, que valga decir provenía de la inspiración de las musas, de allí el nombre de música.
La música se extiende a todo arte, y a la vez el arte puede extenderse a todo el universo, y es que el cosmos es orden, armonía, belleza ¿acaso no es armoniosa la variación de los días y las noches? ¿no es música el paso desde el verano al invierno? ¿No son ordenadas las estaciones del año a las que Vivaldi mismo le dedica una Obra, o mejor dicho las representa en notas sonantes? ¿No es música el árbol elevando siempre, o casi siempre, su copa al sol y enterrando sus raíces buscando minerales? ¿no es música la araña tejiendo su tela y el hornero batiendo las alas? ¿No es música aquellos colores y el viento que acaricia a los cerros?
Es verdad que hay tonos disonantes, los hay. Una enfermedad me suena a desafinación, la muerte es un ruido extraño, mis pequeñas desilusiones cotidianas son notas disonantes, rompen la armonía. O incluso tengo la sensación de que yo mismo soy el que no encajo en el todo. Pero fíjese: incluso con ellas podemos hacer una nueva melodía, recuerdo una película, se llama Crescendo, en ella la actriz principal decía lo siguiente: “las notas discordantes arruinan la sinfonía, como en un piano, si está desafinado, es inservible, las notas discordantes arruinan la sinfonía A MENOS que acojamos esa nota discordante y la utilicemos para usar una nueva sinfonía.”
El dolor, la enfermedad, la muerte, todo puede ser bien usado. Al respecto decía Borges que todo era “arcilla para su arte”, me permito citarlo, antes de terminar, aunque sea un poco largo; aquel día hablaba de la ceguera, su propia ceguera, y decía esto:
"La ceguera es un modo de vida (...), que no es totalmente malo, totalmente perverso, recordemos ahora los versos del mayor poeta español, de Fr. Luis de León:
"Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo."
Vivir sin odio es fácil (...) -continuaba Borges-, pero vivir sin amor es felizmente imposible para cada uno de nosotros (...) y si aceptamos que en el bien del cielo puede estar la sombra, entonces ¿quién vive más consigo mismo, quién puede explorarse más, quién puede conocerse más asimismo, según la sentencia socrática, que un ciego? (...) Forzosamente tiene que pasar horas de soledad, y para un escritor esto no es malo, el escritor vive la tarea de ser poeta, y no es tarea que se cumple con un determinado horario. Nadie es poeta de ocho a doce y de dos a seis, quien es poeta es poeta continuamente, se ve asaltado continuamente por la poesía, del mismo modo que un pintor, creo yo, siente que las formas y los colores están asediándolo, como el músico siente que el mundo de los sonidos, el mundo más extraño del arte, está buscándolo siempre, que hay melodías, y porque no discordias también, que lo buscan. Por esa tarea, para la tarea del arte, la ceguera no es del todo una desdicha, es una herramienta. Desde luego, para un escritor, o para todo hombre, todo lo que le ocurre es un instrumento, todas las cosas le han sido dadas por un fin, y esto tiene que ser más fuerte en el caso de un artista (..)todo lo que le pasa: incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras... todo le ha sido dado como arcilla como instrumento para su arte (...) Por eso yo hablé en un poema del antiguo alimento de los héroes, la humillación, la desdicha, la discordia, todo eso nos ha sido dado para que hagamos (...) cosas eternas, que quieren ser eternas (...). Todo eso me hace pensar que su desdicha no es desdicha total."
¿Quién puede entender mejor esto que una santa, y una santa capaz de dar la vida en testimonio de su fe? Si el cristiano es el más capacitado para descubrir la belleza del cosmos, su orden y su designios ¿no es también el más preparado para ver aún en las notas discordantes rastros de bien? Y es que en toda la creación se hallan vestigios del Creador…
Decía Chesterton: “El asombro tiene un positivo elemento de alabanza. (…).
Sentí en mis huesos, primero, que este mundo no se explica a sí mismo...
Segundo, llegué a sentir que la magia tenía un significado, y un significado debe tener alguien que lo signifique. En el mundo, había algo personal como una obra de arte. Lo que significara aquello, lo significaba violentamente.”
Y también dijo Pieper:
“Tales certezas significan fundamentalmente una sola cosa, siempre la misma: el mundo está en su sitio, todo llega a su meta; a pesar de todo, en el fondo de las cosas, hay paz, salvación y gloria; nada ni nadie está perdido, (…).
De este tipo de contemplación del mundo creado se alimenta incesantemente toda verdadera poesía y todo auténtico arte, cuya esencia es ser alabanza, loa, más allá de todo lamento. Y nadie que no sea capaz de esa contemplación puede componer de manera poética, esto es, de la única manera que tiene sentido. El carácter incesante del arte musical, su condición de necesario para la vida del hombre, reside, sobre todo, en que, a través de él, la contemplación de la creación se sustrae al olvido y permanece vigente.”
Quien así ve el mundo, ¿no verá también en lo discordante una oportunidad? Le basta tan solo mirar al Dios crucificado, el más bello de los hombres alcanza su plenitud desfigurado. Parece una paradoja y no lo es: ahora lo deforme y lo discorde es oportunidad.
Santa Cecilia hizo de su muerte un hermoso canto de alabanza; y su vida, sin haber entrado en cadencia, sino acallada violentamente, es puerta al coro de los ángeles…
¿Recuerdan a los jóvenes caldeos que son capaces de cantar y bailar en el horno ardiente? De ese modo imagino a Santa Cecilia, quien también cantaba a Dios en sus angustias. Todo es motivo de alabanza.
Por último quiero recordar otra película, August Rush, el personaje principal cierra diciendo: “Escucha. ¿La oyes? La música. Yo la oigo en todas partes. En el viento, en el aire, en la luz. Está por todas partes. Todo lo que tienes que hacer es abrirte. Todo lo que tienes que hacer es escuchar.”
La vida es música, escuchá, cantá, bailá. Pero esperá; que hay un lugar en donde las discordias ya no existen; por eso le pidamos a santa Cecilia que nos susurre en sueños un cántico celestial, que nos haga -a todos- nostálgicos del Paraíso.
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