domingo, 22 de mayo de 2016

DISCURSO 25 DE MAYO n° 2 (2013)

Estimados directivos de nuestro colegio, padres, docentes, alumnos, personal no docente, presentes todos:  

De hace unos días a la fecha nuestro colegio se ha vestido de gala, los colores celeste y blanco parecían invadir por doquier nuestras entradas, nuestros pasillos, y Dios quiera también nuestro corazón. Algo estaba asomando. 

Y algunos no se daban cuenta…  

Hace unos 203 años nuestra patria, cuyos habitantes eran el resultado del mestizaje del indio, indómito habitante de esta tierra y del noble e hidalgo español, atravesaba tiempos nuevos y convulsionados, España había sido doblegada por enemigo externo: la Francia ya revolucionada. El juramento de fidelidad que los criollos habían hecho a la Corona de España no hallaba sustento, no solo porque el Rey español había caído preso de los franceses, sino y sobretodo porque España misma había sido infiel a sus orígenes. La España de 1810 no era la España que nos trajo la fe y las virtudes cristianas que forjaron esta tierra. España antes de caer ante los franceses había caído derrotada por sus enemigos internos, se había traicionado a sí misma y la mano que hería sus entrañas era su misma mano. Como la Roma que había caído sobre el dominio bárbaro, también los españoles facilitaron el desenlace olvidándose su origen y por tanto vagaban sin claro fin. 

De este lado de la mar las noticias llegaban tardías, pero un grupo de hombres estaban prontos a aprovechar la situación para declarar que estas tierras estaban lo suficientemente maduras para ser soberanas; no se trataba de ser desagradecido, sino de empezar a tomar vuelo propio; como cuando los hijos emigran de la casa paterna. 

Hago hincapié en el hecho de que era un reducido grupo de hombres el que avistó la gran oportunidad que la Providencia cernía sobre los tiempos que le tocaban vivir y ellos estaban dispuestos a llevar adelante semejante empresa que se celebrará con los siglos. El mito moderno que idolatra las masas nos hizo creer que fueron multitudes a reclamar por la destitución del Virrey Cisneros y sin embargo  las Actas del Cabildo solo dejan constancia de que ante el pedido de los criollos (principalmente el Comandante de Caballería Martín Rodríguez) el Síndico Procurador del Cabildo hizo lo siguiente: 
“viendo congregado un corto número de gentes con respecto a lo que se esperaba, inquirió que ¿dónde está el pueblo?” Ante la demanda de apoyo firman una nota “a nombre del pueblo” unos 290 militares, casi un centenar de ex militares, y 16 frailes.Este era el famoso “pueblo” de Buenos Aires. ¿Acaso esto hace menos meritoria la gesta? ¿Acaso la hace menos Argentina y soberana? Los enemigos de lo militar y eclesial tal vez lo pensarían y se rasgarían las vestiduras ante tales datos. Así nacía la Argentina, señores, hay que decirlo. Los que gestaron tamaña empresa eran los mejores de la ciudad, y eso no tiene que ver con un status económico social, NO SE CONFUNDAN que también entonces hubo acomodados burgueses; demasiado ocupados en la matemática de sus negocios. Traidores a la causa, por ignorantes o por canallas. Porque también hay que decir que el pueblo entero, y especialmente el más austero se volcó en total apoyo, incluso a costa de su propia sangre; dejando el cuero y entregando el alma por aquella patria naciente que ellos apenas comenzaban a forjar. Si no, basta con mirar a los gauchos de Salta y Jujuy, pelear tras el liderazgo de su gran capitán, para sostener lo que los hombres de Mayo habían dictado y coronarlo en la Declaración de Independencia de 1816, sosteniéndolo, INCLUSO, más allá de 1.821. 

Les pido que por un momento se sitúen en las circunstancias: tiempos difíciles, y había que sostener una decisión polémica ante una Nación que estaba dispuesta a enviar sus tropas experimentadas y profesionales a estas tierras que apenas comenzaban a dar sus primeras milicias. El hombre de campo y la mujer de la casa iban a aportar todo lo que faltare a la institución, el amor de los hombres iba a suplir la falta de experiencia y profesionalidad. Nuestros estadistas iban a decidir con firmeza y amor al Bien Común, nuestros soldados iban a dejar su vida, el pueblo entero apoya la gesta naciente; nuestro país comenzaba a forjarse, débil y paradójicamente fuerte, ante la mirada atenta del mundo. Y el mundo lo iba a escuchar. 

Valga plantear una cosa ¿De qué nos sirve este acto? ¿Acaso como una simple memoria de tiempos pasados? ¿No es este el país que empezaron a forjar los hombres del Mayo de 1810?¿No somos nosotros los continuadores de aquella gran gesta? ¿O será que ha tiempo ya hemos empezado a traicionar nuestros orígenes, nuestra historia, nuestra identidad? ¿Será que los hombres de hoy no están dispuestos a hacer lo mismo? 

Hace un mes, en Salta, se ha derrumbado sin mucho argumento de peso un monumento a los héroes de Manchalá, se tergiversa lo real, se desoye la historia, se escribe un relato paralelo. Se veja a los combatientes en vida. A esos que pusieron el pecho ante las balas de enemigo con ideas extrañas y métodos sangrientos. Y algunos no se dan cuenta…

La gente muere de hambre, por falta de alimentos, por falta de justicia, por falta de afectos, por falta de amor. Y por falta de verdad. Y algunos no se dan cuenta… 

Esta es la batalla que nos toca librar y estamos prestos a hacerla. 

Y tal vez aquí se estén gestando los hombres que colaborarán con esta nueva Patria, que es la misma de siempre; quizá sin ruido, en la silenciosa fidelidad de los que aman, o en el fragor del combate en la cosas públicas, todos colaborando en el bien integral de la sociedad. 

Ustedes son nuestra esperanza y  la razón de nuestra labor, sin la confianza en lo que ustedes pueden hacer no tienen sentido nuestros esfuerzos, nuestros desvelos, nuestro Colegio. Porque son el horizonte que nos hace caminar. Nuestra ilusión. 

Y dos cosas queremos decirles: 
"Que la ilusión solo es ilusión para aquellos que no tienen la potencia creadora de nutrirla y realizarla en el hecho." Como bien decía Papini. 
Y que “quien es fiel en lo poco, será fiel en lo mucho”  y quien es infiel en lo poco, un día será infiel en lo mucho, como lo dijo el mismo Cristo. 

Prepárense, no sea que el día llegue y  nos halle dormidos y los encuentre ocupados en la matemática de su egoísmo y entonces simplemente seamos de los que no se dieron cuenta. 

Que Dios nos bendiga y haga grande a nuestra patria.-

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