domingo, 20 de marzo de 2016

"QUIERO SER BURRO" Domingo de Ramos

En la mañana soleada de hace una década, a campo abierto, cuando en floreciente juventud un grupo de amigos intentaba descubrirme los ojos a la fe pensaba esto: “Cómo hubiera querido estar en los tiempos del Mesías, podría haber sido su discípulo valiente, un soldado que cortara, no una oreja sino las amarras enteras de mi Salvador, etc. etc.…”

Es que en la temprana juventud uno descansa las esperanzas en las propias fuerzas; y como queriendo justificar la cosa: las propias fuerzas en esta etapa parecen insuperables, el fervor es genuino y tremendo… y sin embargo conserva no solo inocencia, sino además algo de ingenuidad y una dosis de orgullo voluntarioso.

Ahora el tiempo despierta en mi corazón un ansia más pequeña pero quizá más acorde a mi realidad: la del borrico.

Cómo agradecería ser como aquel asno que el Señor misericordiosamente eligió de antemano (Mt. 21, 2). Sé que al cargar en una entrada triunfal al Rey de los reyes seré la envidia de los mejores corceles; y a la vez –orgulloso y empacón- la vergüenza de mí mismo, pero ni lo uno ni lo otro guardan importancia ante tal honor.

Creo que esa fe inicial era la de los hijos del trueno (Mt. 20, 22), o tal vez la del valeroso Pedro antes de terminar la Cena (Mt. 14; 21). La fe de hoy ya “lloró amargamente” (Lc. 22; 62) y tal vez sea serena aunque timidona y desconfiada de uno mismo, quizá como la de Pedro antes de Pentecostés; ojalá en algún momento sea la fe certera del Pedro que sabe lo que Dios hace con la miseria humana. Ojalá a este burro Dios también le ponga una soga y lo lleve a dónde él no quiere (Cfr. Juan 21; 18); ojalá sea tan fiel que a donde vaya lleve siempre a su Señor.

Si hasta la burra de Balaam pudo profetizar, este balbuciente también podrás si se lo pides y acompañas.

Sigue eligiéndome, mi Rey, que aunque burro y todo quiero servirte. Como héroe, como soldado, como valiente, como burro. “Dame lo que me pides, y pídeme lo que quieras”.



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