sábado, 14 de marzo de 2015

A° de la muerte del Brigadier Dn. Juan Manuel de Rosas


"El sistema de trabajo de Rosas era agotador. laboraba de mediodía hasta las tres de la mañana, sin pausas ni descansos. Fatigaba tres turnos de cuatro escribientes cada uno, en un dictado continuo, interrumpido apenas por la lectura de la correspondencia o los expedientes. Todo pasaba por sus manos: informes diplomáticos, notas de gobernadores, prueba de los artículos de periódicos, resoluciones administrativas, consultas de la aduana, policía o jefe del puerto, trámites militares, servicio de postas, peticiones particulares. Quince horas de jornada continua, mientras su hija Manuelita atendía las "relaciones públicas" en su nombre. Con los ministros se entendía por escrito, y solo los veía de tarde en tarde.

Era un recluso el hombre que hacía estremecer al continente.

Esa labor sedentaria en alguien acostumbrado a la vida de campo, su antihigénico sistema de alimentarse una sola vez al día -a las tres de la mañana-, falta de ejercicio porque acabó olvidando las pausas de los domingos, contribuyó a minarlo física y mentalmente. En 1852 no era un anciano con sus 59 años, pero estaba obeso, fofo y le fatigaba dar unos pasos.


Su caída en febrero de 1852 redundaría para bien de su salud. Vivió al aire libre en Inglaterra; caminó, cabalgó y como resultado volvió a renacer. A los 73 años -en 1866- se describía- a su corresponsal Josefa Gómez: "No estoy encorvado. Estoy más derecho, mucho más delgado y más ágil que cuando me vio la última vez (en Buenos Aires). No me cambio por el hombre más fuerte para el trabajo y hago aquí, sobre el caballo, lo que no pueden hacer ni aun los más mozos. Tiro el lazo y las bolas como cuando hice la campaña a los desiertos del Sur." (Fragmento de "Rosas nuestro contemporáneo" de Jose María Rosa)


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